Las brújulas han perdido el norte

Hemos perdido el norte. Esa frase hecha me la repetía mucho mi abuelo cuando opinaba de lo que veía y leía sobre la actualidad del momento. Aquel estupendo anciano murió en 1995 con 95 años y una vida apasionante. Y la verdad es que siempre recuerdo sus palabras y más todavía hoy en día porque sinceramente creo que hemos perdido el norte. Pero hemos perdido el norte todos, absolutamente todos. Los políticos que parecen ignorar o despreciar a las hemerotecas y practican como sistema el «Donde dije digo, digo Diego» y, lo peor, es que cuando se lo recriminan, cualquier excusa es buena, lanzan una cortilla de humo sencilla y a otra cosa, mariposa porque no pasa nada. Pero es que también muchos profesionales del periodismo han perdido el norte del respeto por el valor de la verdad usando eso que se llama «libertad de expresión» de la forma más torcitera que se ha visto. Y tampoco pasa nada. Nos preocupan mucho las llamadas noticias falsas o fake news pero, al mismo tiempo, retorcemos la realidad a nuestro interes sin darnos cuenta (o dándonos cuenta perfectamente) que esa falsedad es ya en si misma una fake news. Decimos que respetamos la independencia de los jueces pero estamos constantemente poniendo en tela de juicio lo que hacen o dicen todos ellos en todos los casos que pueden tener un mínimo de repercusión mediática (siempre arrimado el áscua a nuestra sardina por supuesto), decimos amar la democracia y absolutamente todo lo que significa mientras mantenemos parlamentos cerrados por interés partidista, y el que quiera más ejemplos que lea 10 minutos. Pero todos somos muy decentes y honestos menos cuando nos acusamos unos a otros de franquistas, fascistas, rojos o fachas (que ahora está de moda usar esos palabros muy de los años 30 del siglo XX). Constantemente leemos medios de comunicación partidistas que siempre, sople el viento que sople, defienden una corriente de opinión, izquierdas buenas, derechas malas, rojos canallas, azules santos de altar. Y eso no es de ahora, que aquí en esta España nuestra, dividida en mil pequeñas Españas, siempre hemos cojeado del mismo pie. Bien, ahora resulta que leo hoy «la libertad de expresión no lo resiste todo, no lo acoge todo», ahora es necesaria la seguridad en lo que publican los medios de comunicación porque «¿quién paga la mentira? ¿Es de pago la verdad?». ¡Puf!, comenzamos a andar un camino muy peligroso. Además ¿Quién se acaba de caer de un guindo?

La libertad de expresión es una y única, no es interpretable según nos interese. No podemos decir que estas frases: “Dicen que pronto se traspasa la cloaca de Ortega Lara y muchos rumorean que Rubalcaba merece probarla, complejo de zulo mi casa a ver si un día secuestro alguno y le torturo mientras le leo al Argala” o «Para todos aquellos que tienen miedo cuando arrancan su coche, que sepan que cuando revienten sus costillas, brindaremos con champán» son un claro ejemplo de libertad de expresión mientras, al mismo tiempo, se admiten a juicio las blasfemias de Willy Toledo, que no dejando de ser un acto de falta de respeto innecesario hacia personas que creen en cosas distintas, no pienso que en pleno siglo XXI deban estar tipificadas. ¿No existe coherencia al respeto de esa libertad ni tampoco consenso, pero ahora arremetemos contra medios de comunicación por lo que publican o dejan de publicar?

Yo diría que la verdad y la mentira la pagan los mismos que lo han hecho siempre, pero ahora tienen hordas automatizadas que les echan una buena mano para aumentar el ruido. Pero oiga usted, no solamente medios, o algunos medios, sino partidos políticos, países, sindicatos, movimientos ciudadanos y un largo etcétera que a esto se puede jugar fácil y a un coste bastante razonable. Y un periodista debe atenerse a las reglas de su oficio y un medio a las del al suyo. Y si una noticia no es cierta, si no se han verificado las fuentes, si se está manipulando la línea editorial a sabiendas de faltar a la verdad, entonces y que me llamen ingénuo, ni estamos hablando de un periodista, ni de periodismo ni de un medio de comunicación, estamos hablando de manipulación y propaganda como se decía en mis tiempos o de noticias falsas y fake news que se dice ahora y que suena más cool.

Hacedlo, llamadme ingénuo. Hemos perdido el norte y, lo que es mucho peor, hemos perdido la vergüenza.

Nominado a la IX edición de los Premios Blogosfera de Marketing

Hoy acabo de recibir la muy agradable noticia de que este viejo amigo, este blog mío de comunicación se encuentra entre los 70 nominados en la IX edición de los Premios Blogosfera de Marketing. Estos premios reconocen, de entre las más de 400 publicaciones que El Observatorio de la Blogosfera de Marketing analiza mensualmente, aquellas que han aportado mayor calidad, originalidad, valor añadido y espíritu crítico en los últimos 12 meses.

El jurado estará presidido por Agustín Medina e integrado por otros 14 expertos y profesionales del sector. El fallo se conocerá el próximo lunes 01 de octubre y la ceremonia de entrega tendrá lugar el día 30 del mismo mes en el marco de La Neurona Summit Clientes de Madrid, en el Centro Convenciones Norte – IFEMA, el mayor evento que actualmente existe en España para directivos y Profesionales del Marketing y las Ventas.

Pues nada, ¡agradecido de corazón por el reconocimiento!

Érase una vez un país que no sabía tener televisiones públicas

Érase una vez un país de tamaño medio, con una demografía preocupante, envejecida y con una geografía dividida en múltiples territorios llamados «autonomías» donde se hablaban muchas lenguas diferentes. Nunca se ponían de acuerdo en nada más que en una cosa: Todos querían tener un gran invento llamado televisión que les permitía entrar en la mayoría de los hogares de sus ciudadanos y contarles historias para que estuvieran formados, informados y entretenidos…

– ¿Eso no era la Radio?

– También, también, pero con esto había además imágenes, como en el cine.

– ¡Ah, vale, perdone!

– No se preocupe, sigo.

Pero esos inventos eran caros y había que dedicar mucho dinero de las arcas públicas para sostener esas televisiones. El dinero llegaba a través de los impuestos que tenían que pagar esos ciudadanos a los que luego les contaban historias. Pero era importante disponer de ese invento tan práctico. Todos se dieron cuenta que, usado adecuadamente, permitía exponer puntos de vista concretos, los suyos, e influir en las decisiones de aquellos ciudadanos. ¡Qué interesante! Entonces merecia la pena gastar mucho dinero y además colocar a las personas adecuadas en esas televisiones para que se hicieran las cosas correctamente y las historias que se contaban a los ciudadanos estuvieran debidamente planificadas y realizadas. Así intentaríamos que los ciudadanos vieran las cosas como las vemos nosotros; les diríamos lo que es bueno o malo, justo o injusto, quién es bueno o malo, quién es justo o injusto, quién es preso político o exiliado o quién es un demócrata y quién no lo es.

– ¡Oiga, discupe de nuevo! ¿Eso no es propaganda?

– ¡No hombre! ¿Qué dice?, es información veraz e independiente

– Ya, pero, habiendo ya televisiones privadas y nacionales, ¿también autonómicas? Entonces las historias serán diferentes si los que tienen las televisiones no son los mismos.

– Exacto, eso es diversidad de opinión y libertad de prensa y expresión ¿Está usted en contra de eso?

– No, no, ¡Dios me libre!

Pero había un problema, todos los que no tenían esas televisiones, pero querían llegar a tenerlas ganando unas elecciones, criticaban el mal uso que se daba al invento: ¡Mentirosos, manipuladores! gritaban. Si nosotros ganamos eso no volverá jamas a ocurrir, contaremos siempre la verdad. Incluso a veces lograban su objetivo, ganaban elecciones y conseguían controlar esas televisiones. ¡Qué buena oportunidad para hacer las cosas diferentes! No, diferentes tenían que ser las historias que se contaban, tenían que ser nuestras historias y no las de los anteriores. Así que, ¡manos a la obra! echemos a las personas que contaban historias y traigamos a otras que cuenten bien las nuestras. ¿Y el dinero para hacerlo? No hay problema, sigue siendo el mismo de antes, siguen pagando los ciudadanos de antes, incluso muchos de ellos lo hacen felices porque las historias que ahora escuchan les gustan más que las anteriores. Total, ¿Qué son 942,7 millones de euros aportados mediante las subvenciones públicas de los distintos gobiernos autonómicos en un año?

– ¡Eh!, perdone otra vez.

– ¿Sí…?

– Se olvida usted de la televisión de todos.

– ¡Mil perdones! Eso son otros 343 millones de euros de nada más.

– ¡Gracias!

– Nada, a mandar.

Y así llevamos con este cuento de nunca acabar décadas, con publicidad en las cadenas públicas, sin ella en la nacional pero todos compitiendo en audiencias con las televisiones comerciales.

– ¿Pero oiga? Si una tele es pública y no tiene publicidad ¿Por qué es esclava del share? ¿No debería tener objetivos distintos a los comerciales?

– Buena pregunta, sí señor, tendrá que hacérsela a los que nos cuentan ahora las historias.

Las historias, ¡ay, las historias! eso es siempre lo más importante. ¡Y colorín colorado, esta vergüenza no se ha terminado!

Ganadores de los premios AMEC 2018

Estaba fuera de España cuando me llegó la noticia así que vía Twitter y Whatsapp nos pasamos la buena nueva entre los miembros del equipo de marca y comunicación de Cetelem España y nuestros amigos de CECUCO Group. Llamando a México para poder hablar con Carlos Correa para decirle «¡Déjate de Whatsapp que estas cosas hay que decirlas de viva voz!» Un día muy especial esa tarde del 14 de junio.

Con el paso de los años he vivido muchas cosas en este mundo nuestro de la comunicación, y también algunos premios, pero este galardón en los premios AMEC 2018 me es especialmente grato, no solamente por el importante reconocimiento que supone dentro de la comunicación corporativa y, en concreto, en algo tan importante en nuestra profesión como la medición y el análisis, sino por el peso que ha tenido el trabajo en equipo en el desarrollo de nuestro Índice de Reputación Medática (IRM). Ver como un «hijo» funciona tan bien como este, crece y además termina obteniendo un gran premio ¿Qué puedo decir? Mola mucho.

Quiero agradecer a todos los miembros de la dirección de marca y comunicación de Cetelem España en BNP Paribas Personal Finance y a nuestros colegas de CECUBO Group, Carlos Correa y Boris Gayoso (y toda su gente) su profesionalidad y dedicación. ¡Un placer trabajar con ellos!

¡Ahora toca disfrutar todos del premio!

Finalistas de los AMEC Awards 2018 por nuestra labor de medición y análisis de la comunicación

Siempre he defendido que la medición es la pieza angular de la comunicación. Es el camino a andar para lograr vincular cada día más la labor de la comunicación corporativa con el negocio. En ese sentido, mi labor al frente de la dirección de marca y comunicación de Cetelem, grupo BNP Paribas, no ha sido una excepción.

Durante mucho tiempo hemos trabajado duro con un magnífico compañero de viaje, Cecubo Group, para desarrollar nuestro Índice de Reputación Mediática. Con el IRM analizamos nuestra relación con los medios de comunicación basándonos en variables reputacionales. El trabajo ha sido largo pero han llegado magníficas noticias, Cecubo Group ha sido elegida finalista por su trabajo en colaboración con Cetelem para los AMEC Awards 2018, los premios más prestigiosos del sector de la Comunicación y las Relaciones Públicas en Europa. Estos premios, concedidos por la Asociación Internacional para la Medición y Evaluación de la Comunicación (AMEC), reconocen los mejores proyectos de investigación, medición y análisis en materia de comunicación.

La nominación, que se encuentra dentro de la categoría “Best measurement of a business to business campaign”, reconoce el trabajo del proyecto de Cetelem-BNP Paribas “Métricas para la reputación mediática: KPI´s de medios para mejorar el posicionamiento de marca”.

El 14 de junio se conocerán los ganadores. Para mi ya lo somos ya que ser finalistas es algo para estar muy orgullosos. ¡Felicitaciones a Cecubo Group!

Nuevamente hay que agradecer el reconocimiento y seguir en la brecha

Son ya unos cuantos años construyendo las estrategias de comunicación corporativa en la división de crédito al consumo de BNP Paribas en España; en la que es mi casa, Cetelem. Han sido años de trabajo en equipo, transversalidad con el resto de la compañía y lucha por conseguir los objetivos asignados cada año. Años de alegrias y de contrariedades, de éxitos y fracasos, pero siempre, siempre, con un profundo amor y respeto por la profesión. Esto de la comunicación es vocacional, se lleva en la sangre. De lo contrario… malo.

En fin, manos a la obra con los agradecimientos. Primero a todos los integrantes de mi equipo, una vez más y las que haga falta, por su dedicación constante y por su profesionalidad. Sin ellos lo demás huelga. En segundo lugar a la Revista Dirigentes que ha tenido a bien valorar nuestra estrategia de comunicación, los logros conseguidos, la evolución comunicativa de la empresa y los objetivos alcanzados. Son ya 32 años los que esta publicación ha dedicado a difundir los logros de los profesionales españoles y, para mi, es un honor figurar entre los premiados con el galardón «Dirigentes de éxito 2018».

Pero los premios solamente deben ser un argumento más para motivarse a seguir trabajando y superarse. El camino recorrido ya tiene su peso, pero el futuro de Cetelem es, aún si cabe, más ilusionante.

¡Gracias a todos!

Anonimato, privacidad, libertad de expresión y el nudo Gordiano

Comienza un nuevo año y, la verdad, seguimos como terminamos el anterior. Damos una vuelta mirando de qué se habla en redes sociales y encontramos similares corrientes de opinión. Y sinceramente, aunque resulte seguramente polémico, me gustaría poner encima del tapete la cuestión del anonimato en la redes sociales. Ya en 2017 se comentó mucho la propuesta política de eliminar la posibilidad de crear perfiles en redes sociales de forma anónima. Para ello se usaba el argumento de la necesidad de frenar el uso de ese anonimato como parapeto para todo tipo de amenazas y acosos. La polémica, obviamente, estaba servida.

Uno de los principales argumentos en contra era que, evitando el anonimato, se atacaba la privacidad y la libertad de expresión haciendo que los ciudadanos, al no disponer de ese anonimato, practicaran una especie de auto censura de sus opiniones empobreciendo el debate público. Por otra parte, se decía que, para identificar a alguien que cometiera un delito en este contexto, no era técnicamente necesario conocer su identidad ya que «informáticamente» se le podía localizar igualmente (y casos así hemos vivido, efectivamente).

Hasta aquí la polémica. Pero si abrimos el debate más allá de la amenaza concreta de un perfil a otro (amenazas de todo tipo, injurias, difamaciones, etc) y nos trasladamos a la viralización de noticias y/o corrientes de opinión usando perfiles falsos específicamente creados para ello, el tema se complica bastante. Son dos asuntos diferentes pero que se unen partiendo ambos de la base de la posibilidad de crear perfiles en redes sociales desde el anonimato. El «Astroturfing«, los seguidores falsos o zombies, son expresiones conocidas y conocidos son también casos de empresas que han comercializado servicios de reputación online para personajes públicos o para empresas usando este sistema de dudosa moralidad pero, sin duda, efectivo. Y por si esto fuera poco, debemos añadir la relación de la creación de corrientes de opinión y trending topics usando las denominadas «fake news», siempre bajo turbios intereses. Creo que este asunto se ha hablado con fruición en todo tipo de medios comentado cómo afecta a campañas electorales, referendos y demás derivaciones políticas nacionales e internacionales con acusaciones volando de unos paises a otros.

Como se ve el patio lo tenemos bastante revuelto y no solamente en nuetsro país. ¿Qué se puede hacer? Pues hay opiniones para todos los gustos, desde el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, que defiende la transparencia y la existencia de una única identidad en la Red, hasta políticos y juristas fuera y dentro de España, que defienden todo lo contrario, que el anonimato garantiza la autenticidad de las opiniones y de la calidad de los contenidos ya que permite la creatividad sin ningún tipo de influencia o coacción.

Yo creo que este debate se pone sobre la mesa porque, como siempre, hay personas que se aprovechan de las circunstancias. Algunos para lucrarse de muchas maneras usando espacios de alegalidad y otros, sencillamente porque no saben hacer buen uso de sus libertades y confunden la libertad de expresión con algo que podríamos llamar «libertinaje de expresión» (por si acaso algún lector se despista, el libertinaje es un estado de exceso y abuso de libertad. Es una condición que no respeta los derechos ajenos, e incluso a veces ni los propios). Hemos visto y leido barbaridades de todo tipo que bajo el paraguas de la libertad de expresión, añaden, creo yo, una más que deleznable catadura moral, una falta obvia de educación y respeto y, también hay que decirlo, un desconocimiento del marco jurídico que limita esa libertad estableciendo fronteras que separan la opinión libre de la injuria, la difamación o la exaltación del odio, el terrorismo, el racismo, la xenofobia, o cualquier otro delito (incluidos los no tipicados, como no tener sentido común ni sensibilidad ningunos). Las libertades y las palabras tienen límites. Como me decían de niño, mi libertad termina donde empieza la de mi compañero. Pero estos casos que, aunque cada vez más numerosos (o que cada vez les damos más cancha en los medios…), no son la mayoría afortunadamente, y que no siempre se hacen desde el anonimato del que estamos hablando, ponen de manifiesto que existe un problema que se nos escapa de las manos. ¿Se puede ejercer la libertad de expresión desde el respeto, el sentido común y la legalidad? Sin duda aunque haya gente que no lo haga.

¿Y si para abrir un perfil en redes sociales tuviéramos que identificarnos adecuadamente evitaríamos así estos casos?. Nuestros datos podrían quedar bajo la custodia de la red social y luego, nuestro nick o apodo podría ser el que quisiéramos protegiendo nuestro anonimato. Eso sí, si infringimos la ley, entonces se pueden tomar acciones legales de forma rápida y sencilla. Al fin y al cabo es lo que sucede en nuestras vidas reales a diario. ¿Por qué debe haber una posibilidad de anonimato en la Red que no tenemos en la vida real? Bueno, si así fuera seguramente habría muchos trolls que abandonarían el oficio… pero si consultamos esto a un abogado, este arruga de inmediato el entrecejo y dice: «Uf, eso es muy complicado». Y lo es ciertamente. Una vez más, la evolución de la tecnología va más rápido de lo que los marcos legales son capaces de asimilar y regular convenientemente.

Pero si volvemos a abrir el debate al uso de perfiles falsos para la viralización de corrientes de opinión (esa antigua propaganda que antes – y ahora también – hacen los gobiernos) vemos que hay un problema que incluso las propias empresas del sector intentan mitigar. Facebook buscando perfiles falsos, protegiendo las fotos que subimos para su uso fraudulento, buscando fake news, etc; o Twitter eliminando miles de perfiles falsos constantemente. Este asunto daría no para un post sino para muchos. La realidad no es cuestionable, los perfiles falsos son una constante y se usan sistemáticamente para usos poco lícitos. ¿Qué hacemos en este caso? Si limitamos una cosa intentando atajar un problema obvio, limitamos la otra como efecto inmediato. Mientras tanto la situación está delante de nosotros creando múltiples y graves problemas. Esto es lo que se llama, un nudo gordiano.

Con agradecimiento seguimos en la brecha

Cuarenta y seis años, si no me falla la memoria, es lo que lleva presente en nuestra sociedad la Revista Cambio 16. Medio de comunicación protagonista de todos los acontecimientos que han forjado nuestro país en estas décadas y que, a pesar de las circunstancias complejas del sector periodístico, sigue al pie del cañón. Es por eso que es más placentero, si cabe, el recibir de ellos el premio Cambio 16 a la comunicación en este año 2017. Y más aun todavía cuando se está junto a otros premiados de inmensa reputación, como comunicador el Chef Karlos Arguiñano y, como premio periodístico, Antonio García Ferreras. A este último no solamente felicitarle por el premio sino además apoyarle en sus palabras hacia su esposa y compañera de todos los comunicadores, Ana Pastor, que estos momentos sufre, una vez más, ese perverso uso de las redes sociales en términos simplemente inadmisibles.

Pero como dije en la ceremonia, cuando uno recibe un premio lo que toca es sencillamente dar las gracias. En este caso, además de a quién tiene a bien concederlo, también a mi empresa, mi casa, Cetelem, grupo BNP Paribas, por creer en la fuerza de la comunicación y apoyar nuestro trabajo en estos años y, sobre todo y ante todo, a mi equipo. Sin su colaboración y esfuerzo constante no se hubiera logrado todo lo que hemos construido desde 2011. A todos ellos mi más sincero agradecimiento y el premio, porque este premio es para ellos.

Pues nada, listo, ¡a seguir trabajando!

La Santa Compaña y la leyenda de Avalón

Entre los huesos de santo y los buñuelos que ya tenemos al caer, estamos en vísperas del Día de Todos los Santos. Una buena fecha para reflexionar sobre toda la convulsión que llevamos vivida en este país nuestro sumido en un intento de revolución, ¿revolución?. Bueno, en este siglo XXI de lo políticamente correcto, lo superficial y lo descafeinado, invadido de perfiles falsos en redes sociales, argumentos vacíos, fake news y medios de comunicación nacionales e internacionales que publican lo primero que pueda generar visitas sin dedicarse a eso tan tradicional del oficio que era «verificar las fuentes». En fin, una manipulación orquestada, una revolución de abogados y consultores que han asesorado el decir sin decir, el afirmar desafirmando y el «pasa tú que a mi me da la risa» no sea que acabemos empapelados y un compañero de celda pida el traslado porque no aguanta nuestra «matraca». Y en eso hemos terminado, en la cobardía de la risa de una Santa Compaña fantasmal que, en la víspera de los muertos, se pasea por Europa alardeando de la vergüenza ajena que nos hace pasar a todos, de su enajenación y del páramo de ilusiones rotas que deja atrás en una Cataluña desmontada y dividida ideológicamente y plagada de los más aberrantes odios absurdos.

Pero también en las estrategias de comunicación, y de esto ha habido mucho, pero mucho, en todo este proceso, quedan sembradas leyendas de Avalón, aquella isla onírica donde descansa el Rey Arturo. Esa utópica república no realizada y que, por tanto, ya es propiedad del imaginario colectivo que así lo desea y que volverá a tomar forma. Nuestro problema de fondo no ha desaparecido. Ha sido tratado de astracanada sin respeto alguno por parte de aquellos que lo han usado en su propio beneficio y ha sido disimulado por unas próximas elecciones que, si bien nos devuelven a una legalidad indispensable, no solucionan la raíz del problema. Como decía Gustavo Adolfo Becquer, autor que también es lectura muy de estos días, «Volverán las oscuras golondrinas».