¿Qué fue de aquella ilusión inicial por las redes sociales?

Hoy me pongo delante de este viejo blog llevado quizá por la nostalgia de tiempos más serenos. Parece que fue ayer cuándo hablábamos de la Web 2.0, cuando Twitter nos preguntaba en qué estábamos pensando, cuando manifestábamos opiniones de todo tipo y debatiamos en la red y señalábamos a los trolls de inmediato, cuándo leíamos y compartíamos aquel Manifiesto Cluetrain que decía que no había mercados sino conversaciones. Eran momentos donde decíamos los profesionales de la comunicación que las opiniones individuales enriquecerían el debate, que el poder dado al individuo para ser emisor de información y no mero receptor democratizaría la información, la propia sociedad y que forzaría a las empresas a mejorar su atención al cliente. ¡Qué bonito sonaba todo eso! ¿Verdad?

Muchas de esas cosas, afortunadamente, se han convertido en realidad pero, poco a poco, eso de los medios sociales (o los social media que decían los más aficionados a las palabrejas, yo incluído) se fueron asentando, vimos nacer y morir muchísimos proyectos y, paso a paso, se fueron descubriendo trucos, atajos comerciales, escasamente éticos pero efectivos, mediante los cuales se buscaba aprovechar el fenómeno. Aparecieron conceptos como el astroturfing, que ya nos suena pleistocénico, las opiniones personales falseadas en distintos contextos que supuestamente debían servir a las empresas para mejorar sus productos y servicios y a los usuarios para tomar mejores decisiones viendo las opiniones de los demás (mira que éramos ingénuos… y que hemos soportado escándalo tras escándalo con este asunto durante años) y así, como si de una sutil pandemia se tratara, poco a poco, entraron en liza mil diferentes aspectos, los temas de seguridad de nuestros datos, las manipulaciones organizadas a gran escala, los perfiles falsos y las granjas de bots, la obsesión enfermiza por la manipulación de los trending topic, la propaganda política… Y llegaron las palabras mayores como el escándalo de Cambridge Analytica, las manipulaciones en referendos y elecciones en diferentes países amparadas en eso que llamamos «fake news» que se viralizan debidamente dopadas en esas redes sociales que tanto nos gustaban porque iban a ser el mayor adelanto de la humanidad desde la imprenta de Gutenberg.

Y llegaron las crisis económicas, políticas, sociales y sanitarias, y la crispación social aumentó y las redes sociales, ya escoradas, recibieron e intentaron encajar todo ese nuevo tsunami que nos ha llevado a la situación actual. Un momento de polarización, de sectarismo, de malas formas y odios exacerbados, y debidamente alentados por múltiples intereses partidistas. Al fin y al cabo, las redes sociales siguen siendo un reflejo de la realidad. En eso sí que no han cambiado. Llega un momento donde navegar por ellas buscando algo enriquecedor se hace más complejo, casi selectivo esquivando la arrolladora invasión de lo políticamente correcto, esquivando ofesas y ofendidos en cada palabra y, muchas veces terminando frente al pensamiento de… ¿Realmente esto me aporta algo? Hombre, siempre viene alguien y te recuerda aquello del personal branding… Bueno, cierto es, pero quizá también habría que repasar las ideas que antes teníamos de ello y cómo habría que readaptarlo a los nuevos tiempos.

Las empresas impulsoras de estas redes, tocadas reputacionalmente una y otra vez (Miremos a nuestros amigos de Facebook ¡perdón! de Meta) pero resistiendo el temporal, se enfrascan en sistemas de inteligencia artifical y de moderación más o menos efectiva de todas esas manifestaciones «fuera de lugar». Del éxito real de todas ellas y de los ríos de tinta que también han generado se podría hablar largo y tendido (otro día será). Ahora leo que Youtube, uno de los clásicos, plantea eliminar los «dislike» para evitar que los acosadores agredan a determinados usuarios. Perfecto, el argumento es muy válido y proteger a los más débiles siempre es bueno. Pero ¿Tiene sentido mantener una fórmula de participación social activa en una red cuando no es factible manifestar realmente lo que se opina? La clave no es tan sencilla puesto que no se trata de un debate, vamos a decir, límpio. Hablamos de proteger a usuarios de acciones organizadas explícitamente y que, por tanto, no son un uso normal, o correcto, de la red. Llegados a este punto y vista la deriva en la que estamos inmersos ¿Están ganando pues «los malos»? En fin, ¡qué buen invento era esto de las redes sociales y qué erial, poco a poco, estamos haciendo de ellas!

La incitación del ridículo

He sido acusado de «incitación al odio». Lo confieso abiertamente. Una empresa global como es Facebook, que ha implementado avanzados sistemas de control, considera que incito al odio, sí, al odio. Nada más y nada menos que al odio con todo lo que eso significa e implica (o debería significar o implicar). Y es que las palabras, aunque en estos tiempos muchos intenten que pierdan su verdadero significado, y por ende, su verdadera fuerza, son lo que son y significan lo que deben significar.

Evidentemente, la ironía nunca es fácil de comprender y menos por sistemas automáticos o de supuesta inteligencia artíficial. Tiempo al tiempo. Pero cuando se plantea el recurso y se explica con detalle el significado de una simple ironía, es cuando nos damos cuenta del escaso nivel de precisión y efectividad de los supuestos sistemas establecidos por estos foros de información global.

Este suceso, por otra parte, aunque confieso que me ha resultado ofensivo, no deja de ser anecdótico. Además, Facebook, en su magnanimidad, me transmite que «Entendemos que es posible que se cometan errores, por eso, no restringimos tu cuenta». Pero esto me ha hecho reflexionar intentando poner estos métodos de control (cuya existencia me parece indispensable aunque, visto el caso, claramente mejorables) en el contexto actual.

Vivimos en un mundo donde el exceso de todo tipo de información (y desinformación) nos rodea y percute nuestras mentes de forma machacona. Todos somos testigos del sesgo constante de los mensajes y de la intencionalidad con que se construyen y se ponen sobre la mesa. Las últimas elecciones autonómicas madrileñas han sido un claro ejemplo de hasta dónde podemos llegar en el ejercicio del sinsentido informativo. Una cadena en las que todos tenemos nuestra parcela de responsabilidad. En primer lugar, por supuesto, el emisor del mensaje, después, aquellos que lo manipulan, lo distribuyen y generan el debido altavoz, ya sean estos los medios de comunicación tradicionales o, por otra parte, nosotros mismos en nuestro ejercicio personal de viralización de esas informaciones que nos llegan (sean ciertas o falsas). Todos los eslabones de esa cadena debemos hacer un ejercicio de reflexión de nuestra responsabilidad y, cada cual desde su posición, poner los medios necesarios. Pero, como dice el refrán: » Entre todos la mataron y ella sola se murió».

Leía hace poco que la OCDE, en su publicación “Lectores del siglo XXI: desarrollando competencias de lectura en un mundo digital”, que versa sobre la pericia de manejo de internet de los jóvenes de 15 años, afirmaba que solamente el 41% de los jóvenes españoles fueron capaces de distinguir hechos de opiniones. Pero el asunto no queda aquí. Si echamos un vistazo al estudio demoscópico realizado por Alpha Research para la Universidad Complutense de Madrid y la consultora de comunicación Torres y Carrera, que explora el fenómeno de las ‘fake news’ o noticias falsas, entre sus conclusiones, destaca que el 78,5% de los encuestados considera que las redes sociales mienten. Sobre el total, un 52,3% cree que mienten a un nivel alto y un 26,2%, a un nivel medio. Sin embargo, el 82,4% de los jóvenes de entre 16 y 24 años se informa en primer lugar a través de las redes sociales. Pero quizá, la conclusión del estudio más llamativa y chocante es que muestra cómo la generación a la que menos le preocupa que una noticia sea falsa es a los más jóvenes. Al 36,4%, entre los 16 y los 24 años, no les preocupa mucho que una información que les interesa sea falsa.

La verdad es que se trata de unas afirmaciones tan contundentes como preocupantes. Sin embargo, viendo el contexto en el que nos encontramos, quizá no deberíamos sorprendernos. Estamos comezando a recoger los frutos de mucho tiempo de concienzuda siembra.

Y en este lamentable entorno en que todo tipo de figuras, públicas y privadas, derrochan oratoria sobre la libertad de expresión mientras, tras el biombo, maniobran en sentido contrario, vemos como las otrora estandartes de esa libertad del individuo, las redes sociales, se han covertido en una especie de estercolero de falsedades, de fake news y de habitat natural de todo tipo de oscuras maniobras de perfiles falsos y artimañas que hacen que aquello que en su día llamamos «astroturfing», hoy parezca un ejercicio simplón de patio de colegio. Pero de igual manera que el príncipe azul no puede besar a blacanieves porque hoy perpreta un acto deleznable, esas empresas que ponían en práctica aquellas máximas del Manifiesto Cluetrain donde los mercados devenían en conversaciones, caen en la incitación al ridículo cuando desean poner puertas al campo del libertinaje que ellos mismos, como decía al principio, han ayudado a crear como responsables de su parcela en esta bizarra cadena de la información en la que vivimos.

¿Estamos a tiempo de recuperar aquella ilusión que las redes sociales despertaron entre mucha gente o quizá ya sea tarde?

El futuro de la banca, los seguros y los clientes tras la crisis del 2020

Esta vez no hablaré de comunicación corporativa. Siempre es un placer reunirse con amigos y colegas e intentar compartir conocimientos e ideas. Hablar del futuro siempre es arriesgado pero, al mismo tiempo, sirve para poner muchas ideas en orden.

Mi buen amigo Fernando Rivero de Distredia tiene la buena costumbre de enredarme, de tanto en tanto, en proyectos interesantes. Ya lo hizo para que tomara parte en la elaboración de un libro de caracter coral para la Asociación de Marketing de España. bajo el título “El futuro de la Banca, los Seguros y el Marketing“, y ahora, hemos vuelto a la carga.

Esta vez , el tema es «El futuro de la banca, los seguros y los clientes tras la crisis del 2020«. Nada más y nada menos. ¿Y de qué he escrito yo? Pues de lo que llevo entre manos ya casi una década, de financiación al consumo, del análisis del consumidor y sus hábitos alrededor de la decisión de compra.

“En El futuro de la banca, los seguros y los clientes tras la crisis del 2020 hubo una exhaustiva coordinación para ampliar la participación de autores y que aceptaran el reto de brindar claves con sus valiosas experiencias. Se lograron reunir a 65 profesionales de diferentes perfiles, de empresas de diversos tamaños, con roles de responsabilidad en sus organizaciones, todos con una visión estratégica única sobre banca, seguro y clientes. También, contribuyen en el libro perfiles internacionales contribuyendo con la reflexión sobre el panorama financiero y asegurador en Latinoamérica. Otra especial mención, es la cesión de los ingresos derivados de los derechos de autor al Proyecto Mateo dentro de la Fundación CRIS contra el cáncer, que financia una nueva línea de investigación de la Leucemia Mielomonocítica Juvenil (LMMJ) que diagnostica a uno de cada millón de niños y que tiene un pronóstico terrible. Mateo, que además conciencia sobre la importancia de la donación de médula con www.medulaparamateo.com, sí superó esta terrible leucemia pero busca ayudar a otros peques con el mismo diagnóstico”.

Pues nada, os recomiendo la lectura, como es lógico, y agradezco sinceramente a Fernando y al resto del equipo del proyecto, la confianza depositada en este comunicador.

Mentorízate COVID19 ¿Cómo las grandes marcas hacen frente a un frenazo en seco de la economía?

Si algo me gusta de mi profesión de la comunicación es la sana costumbre que tenemos los profesionales del gremio de trabajar en equipo. Y esta vez ha sido una de esas ocasiones en las que da gusto formar parte de un proyecto.

Mentorízate COVID19 Ni ell@s ni sus empresas estaban preparad@s para el impacto de la COVID-19. ¿Cómo las grandes marcas hacen frente a un frenazo en seco de la economía?

De la mano del consultor digital, José Ángel Arias y de la periodista y comunicadora, Raquel González, nace esta idea que os presento y que les agradezco, desde aquí, la oportunidad que me han brindado para decir algunas tonterías de las mías sobre la comunicación (que conste que se lo advertí…). Pero ¿de qué va este proyecto? Vaya un pequeño spoiler:

¿Preparado para una nueva realidad? Te invitamos a sumergirte con nosotros en el fascinante mundo de la comunicación y el marketing digital, pero en unas circunstancias un tanto “especiales”. Si estás decidido a bucear por estas páginas, debes saber que en ellas conocerás, de la mano de profesionales de primer nivel, cómo las grandes marcas han hecho frente a la COVID-19 y, sobre todo, cómo afrontan el futuro. A través de este libro no pretendemos transmitir verdades absolutas, no vamos a marcarte un camino único a seguir que solucione todos tus problemas, ni tenemos la vacuna contra la situación económica y social que estamos viviendo. Vamos a contarte cómo han vivido esta pandemia  profesionales con puestos de responsabilidad en sectores que se han visto afectados, de una u otra manera, por la COVID-19, profesionales que respetamos y admiramos por haber sido elegidos como responsables digitales, de comunicación, RRHH, estrategia, educación… por marcas y organizaciones de gran prestigio a nivel nacional e internacional.

Pues hasta aquí se puede leer, ahora #Mentorízate y descarga el ebook

Pero oiga usted ¿Qué es eso de las fake news?

Caramba, ¡cuánto tiempo sin abrir este blog y escribir!. Desde julio del 2019… Y en tan sólo medio año el mundo ha cambiado tanto… ¿O no? Con esto de las crisis se dice que las personas sacan lo mejor de ellas mismas. Bueno, personalmente creo que las personas siempre actúan en consecuencia. El que tiene buen fondo, es majete y el que no lo es, sencillamente no lo es.

Pero bueno, que, como siempre, me voy del tema. Mucho se habla en estos tiempos revueltos de los bulos, mentiras, noticias falsas o eso más moderno de las fake news, o los hoax que decíamos los ya veteranos en esto de Internet. Nos hacemos de cruces y mucho nos indignamos, indignación que, claro está y como siempre, va por barrios que parece que la mentira ajena es siempre más mentira que la propia… Pero ¿Qué es una fake news? Básicamente es una noticia falsa que se divulga con la intención de que los receptores de la misma crean que es cierta y, de esa manera, generar una determinada corriente de opinión que favorezca al emisor de la falsedad.

Hasta aquí tampoco hay nada nuevo. Esto de intentar hacer pasar una mentira por una verdad es tan viejo como el ser humano. Y si lo llevamos al campo politico o de poder, es tan antiguo como la intención del mandatario de manipular a su pueblo acorde a sus intereses.

Este fenómeno alcanzó una nueva dimensión cuando llegaron los grandes difusores de la información y la generación de la opinión pública desde hace más de dos siglos, los medios de comunicación. El llamado «cuarto poder» que con rigor, independencia y suma profesionalidad, trasladan la verdad a sus audiencias. Aquí, y bromas aparte… nadie se me enfade que no digo nombres ni medios, pero habría muchos que deberían hacerse ver eso de decir que son «periodistas». Pero bueno, esos medios de comunicación se convierten en grandes empresas con grandes costes operacionales y salariales y la publicidad es su sustento económico. Por lo tanto hay que establecer buenas relaciones con los anunciantes, o sea, las empresas privadas y las instituciones públicas. De la transparencia de la inversión de la publicidad institucional no digo nada que ríos de tinta hay escritos para todos los gustos. El que quiera profundizar en ese espinoso asunto, tiene un océano para navegar. Y con el tiempo, aumenta la competencia, llegan la radio, la televisión y finalmente Internet. El pastel publicitario se reparte y las crisis económicas y las peores, las crisis de modelo de negocio, hacen que la situación financiera de esos medios sea mucho más inestable (incluso crítica). Y esto hace, obviamente, que estas empresas informativas sean más dependientes. Aquí podríamos abrir mil hilos de argumentación porque el tema daría para debates «ad infinitum». Sigamos adelante.

Y aquí tenemos un dilema. Si una empresa presiona a un medio para que el enfoque de una noticia sea uno concreto (el que favorece a la empresa por ejemplo) y para ello usa la fuerza de su inversión publicitaria en ese medio (tan necesario y más en tiempos escasos) ¿No estaríamos hablando de una mentira, una noticia falsa o una fake news? La proliferación de los llamados acuerdos redaccionales en medios de comunicación bordean constantemente las líneas rojas entre la información y lo que ya no es tan informativo y pasa a ser más, seamos suaves, intencionado.

Y llega Internet, y con ello proliferan nuevos tipos de divulgación de la información y, en relación al periodismo, aparecen los medios de comunicación online (periódicos digitales) y después también el fenómeno de los medios sociales (que vamos a dejar de lado de momento). La llegada de Internet amplia muchísimo la oferta informativa pero no cambia en demasia el comportamiento que antes he descrito. Incluso diría que la competencia, y la complicación de la supervivencia de ciertos modelos de negocio, lo complica todo mucho más. Aquí añadiríamos un nuevo concepto, aquello llamado el marketing de contenidos, el branded content. La idea no era nueva ya que podríamos definirla como la nieta de los publi-reportajes, pero son contenidos de pago supuestamente identificados como tales y, por lo tanto, debidamente marcados para que la audiencia los entienda como tales y no se generen malentendidos. ¿Quiero decir que todos estos contenidos atentan contra la verdad? En absoluto, pero hay infinidad de casos confusos y que juegan a esa confunsión con total intencionalidad. Incluso existen medios de comunicación que no solamente lo permiten sino que juegan a ello abiertamente. ¿Qué conseguimos con esto? Pues, tristemente, un panorama informativo que, paulatinamente y fruto de diversos vaivenes a lo largo del tiempo,  genera un contexto mucho más confuso para determinadas audiencias menos capacitadas para entender este ecosistema.

Pero olvidamos un detalle, la línea editorial. ¡Eh, cuidadito con meterse con la libertad de prensa! ¡Dios me libre de tal pecado! Pero cuando la línea editorial se convierte en la columna vertebral de la información transformándola, sistemáticamente, en opinión (que no es lo mismo) y haciendo que parezca información – detalle muy importante – entonces resulta que un determinado medio de comunicación se convierte en el brazo «escrito, visual o sonoro» de una determinada, vamos a llamarla, «Intencionalidad». Si volvemos a la inicial definición de la fake news ¿Acaso esto no es ya la generación de una noticia falsa en función de unos deteminados intereses para llegar a una audiencia concreta y generar, o intentarlo al menos, una corriente de opinión? En mi opinión, la presión clásica, pública y privada, a los medios es y ha sido una fuente de fake news desde hace muchas décadas.

Pero he aquí que llegamos a la era de la desintermediación de la información. Ya no tenemos un emisor, público o privado, que, a través de los medios de comunicación, llega a la opinión pública. Aparecen herramientas, blogs y redes sociales, que permiten que los individuos se conviertan en emisores directos de información y permiten que también las propias instituciones, publicas o privadas, se conviertan en emisores directos de información que llegan directamente a la opinión pública sin la participación de ningún actor intermedio. La pérdida progresiva de credibilidad de otras fuentes, incluidos los medios de comunicación, hacen que mucha gente busque la información de otras maneras y que le dé más credibilidad cuando son esas supuestas fuentes individuales y, en teoría, independientes, las que se la ofrecen (más, lógicamente, cuando el emisor es un individuo que cuando es una empresa). Aparecen las curiosas figuras de los gurús, influencers (herederos de los viejos líderes de opinión) o como queramos definirlos, con las nuevas oportunidades de negocio que eso genera, y también aparecen todos las técnicas y tácticas que permiten abonar, cultivar y también falsear todas estas acciones comunicativas. Hablamos de la generación de falsas comunidades, followers, tráfico web, etc. Aquí las empresas tecnológicas, propietarias de las más famosas redes sociales y de jugosos negocios publicitarios basados en datos, sí que podrían desarrollar medidas de control mucho más adecuadas para, intentar impedir o al menos dificultar mucho este tipo de información falsa. Se han tomado medias, cierto es, pero el fenómeno continua por lo que se debe seguir trabajando en esa línea de verificación. Pero este es otro camino más de debate que se nos abre en este recorrido argumental.

¿Entonces los social media son todos malos malísimos? Pues no, ninguna herramienta es mala ni buena, lo malo o bueno es el uso que le damos. Y el problema es que este nuevo contexto múltiple de la información se convierte en un escenario ideal para la difusión de información malintencionada. Evidentemente, esa oportunidad no es desperdiciada ¿Por quién? Pues por todos los que quieren aprovecharse de ello y obtener un rédito económico o de poder, es decir, las instituciones públicas y privadas, incluídos, por supuesto, Gobiernos y partidos políticos y sus maquinarias de propaganda. Y este caos se ha llevado al extremo cuando aparecen las granjas de fake news orientadas a la manipulación industrializada de la opinión pública de una país concreto en una situación concreta. Y, además, aquí entramos en otra caja de Pandora, la protección de los datos personales y su uso por parte de las grandes empresas tecnológicas. La suma de todos estos factores nos lleva al caso de Cambridge Analytica en la elecciones norteamericanas, o, en general, en las diversas elecciones, referendos y debates políticos en el mundo, incluídos los de nuestro propio país, por supuesto. Ojo en este punto, sabemos que hay Gobiernos que financian la generación de información falsa para desestabilizar a otros países y lo vivimos con total naturalidad. Una naturalidad que los Gobiernos viven de forma muy diferente llevando sus conflictos internacionales a la Red de forma diferente a la que hemos vivido en tiempos pretéritos. Pero esto de las guerras cibernéticas se lo dejaremos a los expertos en geopolítica.

Hasta aquí nos damos cuenta que la tela de araña de la información es tremédamente compleja y no tan sencilla como podría parecer. Aunque, la verdad, es todo tremendamente humano, es decir, es una constante lucha por el poder.

Entonces ¿Cuál es el problema que hace que hoy hasta los diputados (nada más analógico que un político hasta que se dieron cuenta verdaderamente de la utilidad de las TIC. Utilidad para ellos… quiero decir) no dejen de mencionar esto de los bulos y las mentiras. Atención, ¿políticos hablando de mentiras? En fin, lo mismo eso de la apocalipsis va a ser cierto…

Superado el shock retomo el asunto. Hablaba del problema este de los bulos y lo preocupados que ahora están todos cuando ya hemos visto que la cosa viene de muy largo. Como decía, el complejo contexto de la información actual deja resquicios que los expertos aprovechan. Y esos expertos asesoran a empresas e instituciones públicas (incluidos los partidos políticos). Y, por lo tanto, las cuentas falsas en redes sociales, las presiones económicas a periodistas o medios, la mezcla tóxica de información y opinión generando noticias falsas disimuladas tras las opiniones de cada cual… hacen que la empanada que se genera sea de bastante consideración. A tal nivel de combate hemos llegado que nos encontramos en un escenario tan polarizado, extremo y encarnizado, que la lucha por la manipulación de la opinión pública ha llegado a un extremo realmente inadmisible. Ya las fakes news no son digitales, ni siquiera escritas a la forma decimonónica, ya las vemos pronunciadas verbalmente de boca de líderes políticos, en los tribunas de los parlamentos, sin pudor alguno, con una absoluto descaro y desprecio por la verdad. Y, lo que es peor aún, como parte de una estrategia de esas que ahora llamamos «transmedia». Partiendo de la vetusta propaganda evolucionamos y, ciertamente, llegamos a esto que me gustaria llamar, si se me permite la licencia, «maquiavelismo 2.0».

En resumen, las fake news no son nuevas en absoluto, la intención de manipular a la gente es tan antigua como la civilización humana y, tristemente, ha evolucionado tecnológicamente de la misma manera que todo lo demás. Aquellos que quieren manipular lo han hecho y lo seguiran haciendo (viven de ello). Lo que si me llama la atención y me parece sumamente preocupante, es lo mucho, lo demasiado, que nos estamos acostumbrando los demás a la mentira y como, en muchas ocasiones, nos convertimos en la mejor caja de resonancia de esas acciones, nos convertimos en repetidores de fakes news ayudando a su difusión convirtiéndonos en granjas de acólitos, incluso de sectarios. Vivimos tan rodeados de esa mentira que ya no le estamos dando el castigo que merece, que ha merecido en el pasado y que debe seguir teniendo si queremos convivir en un mundo libre.

Vivimos en la tela de una araña pero no olvidemos nunca que somos las moscas.

La importancia de saber hacer nuestro trabajo

Después de tantos años trabajando en el mundo de la comunicación uno se ha acostumbrado a que divulgar lo que se hace es parte importante de nuestro día a día. Sabemos que nosotros escuchamos a los demás, más que nada porque es parte vital del oficio, sin embargo, cuando nosotros hablamos el resto tiende facilmente a opinar. Y es que de comunicación sabe todo el mundo y es fácil debatir sobre eso de los intangibles. A veces si nos pusieran una cervecita y unas tapas el escenario sería más llevadero. En resumidas cuantas, que ya me estoy yendo por la tangente, es fundamental conocer nuestro trabajo a fondo y echarle pasión para conseguir nuestros objetivos.

Y eso debería ser extrapolable a cualquier otro oficio de este mundo. ¡Cuánto más si el trabajo consiste en dedicarse al servicio público a través de la política! Pero ¿Qué es trabajar de político? Definir a un político es complejo puesto que podemos encontrar múltiples definiciones. Nos dice la Wikipedia: «el ordenamiento jurídico considera a los políticos elegidos o nombrados como representantes del pueblo en el mantenimiento, la gestión y administración de los recursos públicos». Bueno, nos podría valer. En todo caso un político, que ha alcanzado su puesto a través del voto democrático en unas elecciones en las cuales ha logrado convencer a un electorado, debe después asumir la responsabilidad de su trabajo, la responsabilidad del peso de la confianza que en él se ha depositado a través de esos votos y, por último, desarrollar su labor también con responsabilidad, con sentido común y con aquello que se llama «sentido de estado». O dicho de otra manera, fijar sus pensamientos y actos en encontrar la mejor forma de ayudar a su país y sus ciudadanos dejando en un segundo término otro tipo de intereses. ¿Qué intereses? Pues hombre, intereses económicos o personales, intereses de partido o, como comúnmente se denomina, dejando en un segundo término el «amor a la poltrona».

Y es que en nuestra aún joven democracia. ¡Oiga, oiga, que ya llevamos cuarenta años en esto de la democracia! Pues bien poco nos luce presumir tanto de democracia consolidada cuando, si echamos la vista atrás solamente somos capaces de tener gobiernos estables cuando una opción política obtiene mayoría absoluta o, no teniendo esa mayoría, solamente necesita pocos votos que, tradicionalmente se han conseguido gracias al «generoso y desinteresado» apoyo de partidos nacionalistas (vascos y catalanes). Pero ¡Ay! que la crisis (dichosa crisis) pone todo mangas por hombro y comienzan a salir nuevas opciones respondonas, sorpassos y aquello del cómodo bipartidismo desaparece. ¡Horror, las mujeres y los niños primero! Ahora va y resulta que hay que negociar ¿Negociar? Sí, negociar.

Y entoces aparece eso de «quiero ser ministro», «no es no», contigo ni agua, que viene la ultraderecha ¡inadmisible! Pero oiga, si ya hay ultraizquierda y nadie dice nada. Bueno, caramba, pero no es lo mismo ¿Ah, no? No hombre. Chascarrillos a un lado, la realidad es que llegados a este punto nuestros respetados politicos comienzan a mostrar carencias en las habilidades (e incluso de la pasión) necesarios para hacer adecuadamente su trabajo. Quizá les estamos pidiendo demasiado…

Y en esas nos encontramos. Nosotros venga a ir a las urnas a meter papeletas y los políticos dale que te pego a traspasar cualquier límite del ridículo y empeñándose en demostrar que su trabajo, su parte del trabajo después de que nosotros hayamos hecho la nuestra, pues que como que no… No hay manera de que nadie se ponga de acuerdo en nada, ni entre los partidos de derechas ni entre los de izquierdas. Pero ¿Y entre derecha e izquierda? Pero menuda bobada que acabo de decir. ¿Ponerse de acuerdo partidos ideologicamente enfrentados en España? Eso solamente lo hacen en países degenerados y poco democráticos como Alemania, donde para lograr sacar su país adelante, la izquierda y la derecha gobiernan juntos y, mire usted, no se desencadena ninguna apocalipsis. Pero claro, en nuestra ultrademocrática España eso causa hasta risa (menuda idiotez acaba de escribir este loco).

Pero lo mejor siempre está por llegar y un día nos amanecemos con nuestro Presidente de Gobierno en funciones diciendo que hay que hacer una reforma constitucional. ¡Por fin, alguien que ve las necesidades de la Nación! No…. espera que te precipitas. Lo que propone es cambiar el artículo 99 de la Carta Magna porque «no funciona». Es decir, que como nuestros políticos son incapaces de llegar a ponerse de acuerdo ni en el menú de una comida, resulta que la culpa es del artículo 99 que dice, básicamente, que para que sea elegido un Presidente de Gobierno debe haber más votos a favor que en contra en el parlamento (fijese usted que cosa más rara) y eso implica diálogo y acuerdos. ¿Lo siguiente qué será, que para aprobar una ley tampoco sean necesarios más votos a favor que en contra?

En fin, que no nos pase «ná». Me acuerdo de aquella frase de Cicerón: «Humano es errar, pero sólo los necios perseveran en el error».

El futuro de la Banca, los Seguros y el Marketing

Hace algunos meses, mi colega Fernando Rivero, CEO de ditrendia, me invitó a participar en la elaboración de un libro de caracter coral para la Asociación de Marketing de España. bajo el título «El futuro de la Banca, los Seguros y el Marketing«. Evidentemente mi respuesta fue afirmativa y me puse delante de la página en blanco para hacer el ejercicio de imaginar cómo podrían ser los préstamos personales dentro de algunas décadas. casi nada… Comencé a consultar a diversos compañeros expertos en mi empresa, BNP Paribas Personal Finance, compañeros de las áreas de riesgo, marketing B2C, comercial, jurídico y fraude, y con toda esa información, manos a la obra, a intentar resumirlo en un capítulo para ese libro.

Afortunadamente para los lectores no estaba solo ya que otros 47 profesionales de los sectores de la banca, los seguros y el marketing me acompañaban en el proyecto. Profesionales de empresas como BBVA, ING, Santander, IberCaja, Google, MasterCard, Caser Seguros, Maphre, Axa, Generalli, Pelayo, etc, etc.

¿Cómo será la banca del futuro? ¿Cómo serán los seguros? ¿Cuál será el papel del marketing en el sector financiero y asegurador? Este libro trata de responder muchas preguntas. Los autores compartimos nuestras visiones del futuro de sectores que van a cambiar drásticamente en los próximos años, entre otras cosas, por la transformación digital, el impacto de las tecnologías y el cambio en las tendencias de consumo, de los modelos de negocios, de las legislaciones, etc. Francamente creo que esta mezcla de experiencias y enfoques ha dado como resultado un libro muy interesante, de fácil lectura y que, desde aquí, recomiendo a todos los que estéis interesados en estos temas.

Por cierto, y mucho más importante, los beneficios por la venta de este manual especializado serán destinados en su totalidad a la lucha contra la leucemia infantil, a través de la Fundación Uno entre cien mil”.

¡Si te animas, puedes comprarlo! 🙂

No me creo ná de lo que dices, no me creo ná de lo que enseñas

Buscando por la red, encontré la letra de un tema de rap con Dj Yulian que me permito usar en parte para comenzar este texto (vaya por delante mi agradecimiento).

No me creo na’ de lo que dices, no me creo na’ de lo que enseñas. No me creo na’ de lo que escribes,
lo que piensas, lo que sientes, lo que sueñas, de todo lo que vives no me creo na’.

Y es que en nuestra sociedad polarizada en extremo, donde cada comentario es fusilado sin piedad por las hordas del perpétuo pensamiento opuesto, donde detrás de cada esquina está siempre apostado alguien que pone en tela de juicio todo y a todos por deporte (y ojalá fuera por la posesión de un gran sentido crítico), donde pastan a sus anchas las noticias falsas y, no olvidemos, también las falsas noticias (paparruchas y manipulaciones si queremos ser más directos), los medios de comunicación también sufren ese descrédito generalizado de la información.

Hablemos de confianza. España es el país del mundo donde más ha caído la confianza en las instituciones ¿Sorprendidos?

De acuerdo en la nueva edición del Edelman Trust Barometer realizado por la consultora de comunicación Edelman. En un escala de 1 a 100, la confianza de los ciudadanos españoles alcanza los 40 puntos, lo que coloca a nuestro país entre los más desconfiados y, además, desciende siete puntos con respecto a los datos de la última edición del estudio (La media mundial es de 52). Solamente nos superan Rusia y Japón entre los 26 países que han sido analizados. En un año, España ha pasado del puesto 12 al 23.

Y llegamos a la prensa. El estudio le asigna 36 puntos, 8 puntos menos que en 2018 (la media mundial en este caso es de 47). A nivel global, se confía mucho más en la prensa tradicional (65 puntos) que en las redes sociales (43). En un punto intermedio quedan los nativos digitales (55) y los medios propios (49).

E, importante dato, el 73% de los encuestados se muestran preocupados que las fake news se utilicen activamente.

Los que tengan ganas y tiempo, les recomiendo leer el estudio, encontraran información interesante sobre las marcas, las empresas e incluso los gobiernos.

Hay muchos estudios y estamos rodeados siempre de datos, pero paremos y reflexionemos un poco sobre todo lo que ocurre a nuestro alrededor. Y aquellos que nos dedicamos a la comunicación ¿Qué parte de culpa tenemos de lo que pasa y qué podemos hacer para remediarlo?

No me creo na’ de lo que dices, no me creo na’ de lo que enseñas. No me creo na’ de lo que escribes,
lo que piensas, lo que sientes, lo que sueñas, de todo lo que vives no me creo na’.

 

Diez años han pasado y seguimos comunicando, y a mucha honra

El tiempo pasa volando, la verdad. Dejando a un lado la nostalgia que siempre eso produce y con el pensamiento de que el presente y, sobre todo, el futuro, son lo más atractivo, aquí seguimos comunicando y dando guerra. Y uno de esos episodios que, de tanto en tanto, hacen nuestro trabajo más interesante, ha sido el evento del 10º aniversario de «Perspectivas de comunicación» que celebramos la semana pasada.

Recuerdo aquel año 2011 en el que se puso en contacto conmigo Wellcomm, a través de Rosa Marías y Silvia Albert, para proponerme formar parte del grupo de profesionales que formarían parte del documento «Perspectivas de comunicación 2012«. Fue un placer entonces, la verdad, y también lo ha sido, unos cuantos años después, retomar esa relación y, gracias de nuevo a la generosidad de Rosa y Silvia, poder formar parte de un aniversario muy especial. No solamente he podido volver a enfrentarme a aquel texto que escribí y pasarlo por el tamiz del presente, sino que además he tenido el orgullo de compartir la ocasión con un conjunto de compañeros de profesión espectacular. Toca ahora leer y aprender de todos ellos.

Son diez años de «Perspectivas de comunicación», en los cuales se ha buscado homenajear a todos los que, cada día, impulsan este mundo nuestro de la comunicación: El talento que hace posible la comunicación en España.

Ha sido un momento especial, rodeado de grandes profesionales y amigos (algunos injustamente relegados por esas agendas que no tienen piedad y nos atan al escritorio día tras día). Que conste que ya se está poniendo remedio inmediato a ese desastre…

En fin, no aburro más. Enhorabuena por este nuevo documento imprescindible: «Perspectivas de Comunicación 2019«, del que recomiendo su lectura encarecidamente. Y animo a Wellcomm para que sigan en la brecha y nos ofrezcan cada año una posibilidad de disfrutar un poco más con nuestra profesión.

La Justicia Universal naufraga en una corbeta de Navantia

Me viene a la cabeza aquello del Asno de Buridán, el pobre animal que no sabía decidir entre dos montones de heno y acabó muriendo de hambre. En esas estamos; por un lado tenemos un caso de terrorismo de estado con tintes de película de terror, muy propio de estas fechas cercanas al Halloween, donde un periodista desidente de un regimen totalitario muere descuartizado en un consulado de ese país en otra nación. Pensemos un segundo la cantidad de barbaridades que encierra esta frase tan corta. Espeluznante. Por otro, tenemos más de seis mil familias que dependen de un contrato de 2000 millones de euros y cinco años de carga de trabajo con más de siete millones de horas. Se generarían anualmente cerca de 6.000 ocupados directos e indirectos. De ellos, más de 1.100 serían empleados directos, más de 1.800 empleados de la industria auxiliar de Navantia y más de 3.000 empleados indirectos generados por otros suministradores. Eso sin tener en cuenta otros argumentos económicos… en un país tocado por la crisis e intentando levantarse en un marco convulso de incertidumbre, contradicciones y nacionalismos.

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Mientras tanto, y en un lapso misérrimo de tiempo y con poca conciencia de la oportunidad, resucitamos el concepto de Justicia Universal mientras adoptamos una postura de perfil frente a terribles acontecimientos. Pero vamos a ver, nada novedoso, postura de más o menos perfil que hemos estado adoptado frente a la Guerra Civil en Siria durante años con un drama humano desgarrador, con la Guerra del Yemen con decenas de miles de muertos y enfermos, con y con y con y con…

Quizá en unos meses alguien presente una demanda en un juzgado pretendiendo que altas personalidades saudies vengan a declarar sobre acusaciones de crímenes contra la humanidad… o vaya usted a saber. Mientras, este enloquecido proceso sigue su curso (y muchos rezan porque desaparezca de los titulares y deje de colocarles en complejas situaciones ante la opinión pública) nuestra sociedad occidental sigue siendo el Asno de Buridán, que indeciso entre sus valores… los morales y los económicos, muere de inanición.