Pero oiga usted ¿Qué es eso de las fake news?

Caramba, ¡cuánto tiempo sin abrir este blog y escribir!. Desde julio del 2019… Y en tan sólo medio año el mundo ha cambiado tanto… ¿O no? Con esto de las crisis se dice que las personas sacan lo mejor de ellas mismas. Bueno, personalmente creo que las personas siempre actúan en consecuencia. El que tiene buen fondo, es majete y el que no lo es, sencillamente no lo es.

Pero bueno, que, como siempre, me voy del tema. Mucho se habla en estos tiempos revueltos de los bulos, mentiras, noticias falsas o eso más moderno de las fake news, o los hoax que decíamos los ya veteranos en esto de Internet. Nos hacemos de cruces y mucho nos indignamos, indignación que, claro está y como siempre, va por barrios que parece que la mentira ajena es siempre más mentira que la propia… Pero ¿Qué es una fake news? Básicamente es una noticia falsa que se divulga con la intención de que los receptores de la misma crean que es cierta y, de esa manera, generar una determinada corriente de opinión que favorezca al emisor de la falsedad.

Hasta aquí tampoco hay nada nuevo. Esto de intentar hacer pasar una mentira por una verdad es tan viejo como el ser humano. Y si lo llevamos al campo politico o de poder, es tan antiguo como la intención del mandatario de manipular a su pueblo acorde a sus intereses.

Este fenómeno alcanzó una nueva dimensión cuando llegaron los grandes difusores de la información y la generación de la opinión pública desde hace más de dos siglos, los medios de comunicación. El llamado «cuarto poder» que con rigor, independencia y suma profesionalidad, trasladan la verdad a sus audiencias. Aquí, y bromas aparte… nadie se me enfade que no digo nombres ni medios, pero habría muchos que deberían hacerse ver eso de decir que son «periodistas». Pero bueno, esos medios de comunicación se convierten en grandes empresas con grandes costes operacionales y salariales y la publicidad es su sustento económico. Por lo tanto hay que establecer buenas relaciones con los anunciantes, o sea, las empresas privadas y las instituciones públicas. De la transparencia de la inversión de la publicidad institucional no digo nada que ríos de tinta hay escritos para todos los gustos. El que quiera profundizar en ese espinoso asunto, tiene un océano para navegar. Y con el tiempo, aumenta la competencia, llegan la radio, la televisión y finalmente Internet. El pastel publicitario se reparte y las crisis económicas y las peores, las crisis de modelo de negocio, hacen que la situación financiera de esos medios sea mucho más inestable (incluso crítica). Y esto hace, obviamente, que estas empresas informativas sean más dependientes. Aquí podríamos abrir mil hilos de argumentación porque el tema daría para debates «ad infinitum». Sigamos adelante.

Y aquí tenemos un dilema. Si una empresa presiona a un medio para que el enfoque de una noticia sea uno concreto (el que favorece a la empresa por ejemplo) y para ello usa la fuerza de su inversión publicitaria en ese medio (tan necesario y más en tiempos escasos) ¿No estaríamos hablando de una mentira, una noticia falsa o una fake news? La proliferación de los llamados acuerdos redaccionales en medios de comunicación bordean constantemente las líneas rojas entre la información y lo que ya no es tan informativo y pasa a ser más, seamos suaves, intencionado.

Y llega Internet, y con ello proliferan nuevos tipos de divulgación de la información y, en relación al periodismo, aparecen los medios de comunicación online (periódicos digitales) y después también el fenómeno de los medios sociales (que vamos a dejar de lado de momento). La llegada de Internet amplia muchísimo la oferta informativa pero no cambia en demasia el comportamiento que antes he descrito. Incluso diría que la competencia, y la complicación de la supervivencia de ciertos modelos de negocio, lo complica todo mucho más. Aquí añadiríamos un nuevo concepto, aquello llamado el marketing de contenidos, el branded content. La idea no era nueva ya que podríamos definirla como la nieta de los publi-reportajes, pero son contenidos de pago supuestamente identificados como tales y, por lo tanto, debidamente marcados para que la audiencia los entienda como tales y no se generen malentendidos. ¿Quiero decir que todos estos contenidos atentan contra la verdad? En absoluto, pero hay infinidad de casos confusos y que juegan a esa confunsión con total intencionalidad. Incluso existen medios de comunicación que no solamente lo permiten sino que juegan a ello abiertamente. ¿Qué conseguimos con esto? Pues, tristemente, un panorama informativo que, paulatinamente y fruto de diversos vaivenes a lo largo del tiempo,  genera un contexto mucho más confuso para determinadas audiencias menos capacitadas para entender este ecosistema.

Pero olvidamos un detalle, la línea editorial. ¡Eh, cuidadito con meterse con la libertad de prensa! ¡Dios me libre de tal pecado! Pero cuando la línea editorial se convierte en la columna vertebral de la información transformándola, sistemáticamente, en opinión (que no es lo mismo) y haciendo que parezca información – detalle muy importante – entonces resulta que un determinado medio de comunicación se convierte en el brazo «escrito, visual o sonoro» de una determinada, vamos a llamarla, «Intencionalidad». Si volvemos a la inicial definición de la fake news ¿Acaso esto no es ya la generación de una noticia falsa en función de unos deteminados intereses para llegar a una audiencia concreta y generar, o intentarlo al menos, una corriente de opinión? En mi opinión, la presión clásica, pública y privada, a los medios es y ha sido una fuente de fake news desde hace muchas décadas.

Pero he aquí que llegamos a la era de la desintermediación de la información. Ya no tenemos un emisor, público o privado, que, a través de los medios de comunicación, llega a la opinión pública. Aparecen herramientas, blogs y redes sociales, que permiten que los individuos se conviertan en emisores directos de información y permiten que también las propias instituciones, publicas o privadas, se conviertan en emisores directos de información que llegan directamente a la opinión pública sin la participación de ningún actor intermedio. La pérdida progresiva de credibilidad de otras fuentes, incluidos los medios de comunicación, hacen que mucha gente busque la información de otras maneras y que le dé más credibilidad cuando son esas supuestas fuentes individuales y, en teoría, independientes, las que se la ofrecen (más, lógicamente, cuando el emisor es un individuo que cuando es una empresa). Aparecen las curiosas figuras de los gurús, influencers (herederos de los viejos líderes de opinión) o como queramos definirlos, con las nuevas oportunidades de negocio que eso genera, y también aparecen todos las técnicas y tácticas que permiten abonar, cultivar y también falsear todas estas acciones comunicativas. Hablamos de la generación de falsas comunidades, followers, tráfico web, etc. Aquí las empresas tecnológicas, propietarias de las más famosas redes sociales y de jugosos negocios publicitarios basados en datos, sí que podrían desarrollar medidas de control mucho más adecuadas para, intentar impedir o al menos dificultar mucho este tipo de información falsa. Se han tomado medias, cierto es, pero el fenómeno continua por lo que se debe seguir trabajando en esa línea de verificación. Pero este es otro camino más de debate que se nos abre en este recorrido argumental.

¿Entonces los social media son todos malos malísimos? Pues no, ninguna herramienta es mala ni buena, lo malo o bueno es el uso que le damos. Y el problema es que este nuevo contexto múltiple de la información se convierte en un escenario ideal para la difusión de información malintencionada. Evidentemente, esa oportunidad no es desperdiciada ¿Por quién? Pues por todos los que quieren aprovecharse de ello y obtener un rédito económico o de poder, es decir, las instituciones públicas y privadas, incluídos, por supuesto, Gobiernos y partidos políticos y sus maquinarias de propaganda. Y este caos se ha llevado al extremo cuando aparecen las granjas de fake news orientadas a la manipulación industrializada de la opinión pública de una país concreto en una situación concreta. Y, además, aquí entramos en otra caja de Pandora, la protección de los datos personales y su uso por parte de las grandes empresas tecnológicas. La suma de todos estos factores nos lleva al caso de Cambridge Analytica en la elecciones norteamericanas, o, en general, en las diversas elecciones, referendos y debates políticos en el mundo, incluídos los de nuestro propio país, por supuesto. Ojo en este punto, sabemos que hay Gobiernos que financian la generación de información falsa para desestabilizar a otros países y lo vivimos con total naturalidad. Una naturalidad que los Gobiernos viven de forma muy diferente llevando sus conflictos internacionales a la Red de forma diferente a la que hemos vivido en tiempos pretéritos. Pero esto de las guerras cibernéticas se lo dejaremos a los expertos en geopolítica.

Hasta aquí nos damos cuenta que la tela de araña de la información es tremédamente compleja y no tan sencilla como podría parecer. Aunque, la verdad, es todo tremendamente humano, es decir, es una constante lucha por el poder.

Entonces ¿Cuál es el problema que hace que hoy hasta los diputados (nada más analógico que un político hasta que se dieron cuenta verdaderamente de la utilidad de las TIC. Utilidad para ellos… quiero decir) no dejen de mencionar esto de los bulos y las mentiras. Atención, ¿políticos hablando de mentiras? En fin, lo mismo eso de la apocalipsis va a ser cierto…

Superado el shock retomo el asunto. Hablaba del problema este de los bulos y lo preocupados que ahora están todos cuando ya hemos visto que la cosa viene de muy largo. Como decía, el complejo contexto de la información actual deja resquicios que los expertos aprovechan. Y esos expertos asesoran a empresas e instituciones públicas (incluidos los partidos políticos). Y, por lo tanto, las cuentas falsas en redes sociales, las presiones económicas a periodistas o medios, la mezcla tóxica de información y opinión generando noticias falsas disimuladas tras las opiniones de cada cual… hacen que la empanada que se genera sea de bastante consideración. A tal nivel de combate hemos llegado que nos encontramos en un escenario tan polarizado, extremo y encarnizado, que la lucha por la manipulación de la opinión pública ha llegado a un extremo realmente inadmisible. Ya las fakes news no son digitales, ni siquiera escritas a la forma decimonónica, ya las vemos pronunciadas verbalmente de boca de líderes políticos, en los tribunas de los parlamentos, sin pudor alguno, con una absoluto descaro y desprecio por la verdad. Y, lo que es peor aún, como parte de una estrategia de esas que ahora llamamos «transmedia». Partiendo de la vetusta propaganda evolucionamos y, ciertamente, llegamos a esto que me gustaria llamar, si se me permite la licencia, «maquiavelismo 2.0».

En resumen, las fake news no son nuevas en absoluto, la intención de manipular a la gente es tan antigua como la civilización humana y, tristemente, ha evolucionado tecnológicamente de la misma manera que todo lo demás. Aquellos que quieren manipular lo han hecho y lo seguiran haciendo (viven de ello). Lo que si me llama la atención y me parece sumamente preocupante, es lo mucho, lo demasiado, que nos estamos acostumbrando los demás a la mentira y como, en muchas ocasiones, nos convertimos en la mejor caja de resonancia de esas acciones, nos convertimos en repetidores de fakes news ayudando a su difusión convirtiéndonos en granjas de acólitos, incluso de sectarios. Vivimos tan rodeados de esa mentira que ya no le estamos dando el castigo que merece, que ha merecido en el pasado y que debe seguir teniendo si queremos convivir en un mundo libre.

Vivimos en la tela de una araña pero no olvidemos nunca que somos las moscas.

No me creo ná de lo que dices, no me creo ná de lo que enseñas

Buscando por la red, encontré la letra de un tema de rap con Dj Yulian que me permito usar en parte para comenzar este texto (vaya por delante mi agradecimiento).

No me creo na’ de lo que dices, no me creo na’ de lo que enseñas. No me creo na’ de lo que escribes,
lo que piensas, lo que sientes, lo que sueñas, de todo lo que vives no me creo na’.

Y es que en nuestra sociedad polarizada en extremo, donde cada comentario es fusilado sin piedad por las hordas del perpétuo pensamiento opuesto, donde detrás de cada esquina está siempre apostado alguien que pone en tela de juicio todo y a todos por deporte (y ojalá fuera por la posesión de un gran sentido crítico), donde pastan a sus anchas las noticias falsas y, no olvidemos, también las falsas noticias (paparruchas y manipulaciones si queremos ser más directos), los medios de comunicación también sufren ese descrédito generalizado de la información.

Hablemos de confianza. España es el país del mundo donde más ha caído la confianza en las instituciones ¿Sorprendidos?

De acuerdo en la nueva edición del Edelman Trust Barometer realizado por la consultora de comunicación Edelman. En un escala de 1 a 100, la confianza de los ciudadanos españoles alcanza los 40 puntos, lo que coloca a nuestro país entre los más desconfiados y, además, desciende siete puntos con respecto a los datos de la última edición del estudio (La media mundial es de 52). Solamente nos superan Rusia y Japón entre los 26 países que han sido analizados. En un año, España ha pasado del puesto 12 al 23.

Y llegamos a la prensa. El estudio le asigna 36 puntos, 8 puntos menos que en 2018 (la media mundial en este caso es de 47). A nivel global, se confía mucho más en la prensa tradicional (65 puntos) que en las redes sociales (43). En un punto intermedio quedan los nativos digitales (55) y los medios propios (49).

E, importante dato, el 73% de los encuestados se muestran preocupados que las fake news se utilicen activamente.

Los que tengan ganas y tiempo, les recomiendo leer el estudio, encontraran información interesante sobre las marcas, las empresas e incluso los gobiernos.

Hay muchos estudios y estamos rodeados siempre de datos, pero paremos y reflexionemos un poco sobre todo lo que ocurre a nuestro alrededor. Y aquellos que nos dedicamos a la comunicación ¿Qué parte de culpa tenemos de lo que pasa y qué podemos hacer para remediarlo?

No me creo na’ de lo que dices, no me creo na’ de lo que enseñas. No me creo na’ de lo que escribes,
lo que piensas, lo que sientes, lo que sueñas, de todo lo que vives no me creo na’.

 

La televisión que se consume y los problemas de fondo

Recientemente mi buen y admirado amigo Pablo Herreros, autor del blog «Comunicación se llama el juego«, apoyado en un aplastante sentido común denunciaba la presencia, previo pago, de un invitado a un conocido programa de televisión. Todos a estas alturas conocemos el caso del programa «La Noria». El que quiera profundizar en este asunto tiene material en Internet de sobra y puede ver la reacción de los anunciantes retirando publicidad del programa, etc.

Dejando claro claro mi absoluto apoyo al enfoque de Pablo (que es un auténtico fenómeno), quisiera profundizar desde otra perspectiva. Todos sabemos que las grandes cadenas privadas de TV son eso, privadas, algunas cotizan en bolsa y todas viven de la inversión publicitaria (que no pasa por sus mejores momentos) buscando atraer a los anunciantes con eso que se llama «tener audiencias». Todos conocemos qué tipologías de programas consiguen esas audiencias y llenan las parrillas de programación amparados en buenos resultados. Es decir, la gente dedica su tiempo a ver ese tipo de programas con fruición…

Pero ¿Todo vale para obtener esas audiencias que reportan ingresos? Este tema toca fibras mucho más sensibles. ¿Hasta dónde llega eso que se llama «libertad de expresión»? Tomemos por ejemplo el Código de autorregulación sobre contenidos televisivos e infancia que podemos leer en esta página del  Minsiterio de la Presidencia. Podemos leer:

Los principios básicos de este código se fundamentan en la propia Constitución española, en particular en su artículo 39.4 por el que se establece una protección específica para los derechos de la infancia, que se consolida con la ratificación por parte de España, en noviembre de 1990, del Convenio de la Organización de Naciones Unidas de 20 de noviembre de 1989 sobre los derechos del niño.

¿Alguien ha hecho un repaso superficial del tipo de programas y sus contenidos en los horarios correspondientes a horario protegido de 06:00 a 22:00 horas? ¿Realmente estamos cumpliendo con el verdadero sentido del texto o estamos cogiendo con pinzas el tema mirando hacia otra parte?

Bien, podríamos aludir al argumento que la mejor forma de penalizar este tipo de acciones es simplemente no ver los programas que consideremos que pasan de puntillas por estas normas o que, como en el caso que da pie a este artículo en otro contexto, toman decisiones éticamente cuestionables. Si no hay audiencia, no hay ingresos y las cadenas de TV buscarán nuevos productos. Pero la triste realidad es que las personas que conforman dichas audiencias seguimos refrendando este tipo de programas y los amparamos con cifras y datos de éxito. ¿Dónde está pues la solución?¿Cuál es el problema de fondo? … ¿Control unilateral de los padres sobre la TV que consumen sus hijos? ¿Mayor educación en las jóvenes generaciones? Las televisiones tienen un argumento aplastante a su favor hoy en día: Doy a la gente lo que gente quiere ver.

Tampoco olvidemos a los anunciantes. Buscan que su publicidad sea vista por el mayor número posible de potenciales consumidores. ¿A qué precio y hasta qué punto uniendo su imagen de marca con determinados contenidos, enfoques y éticas? En el caso que nos ocupa, el mayor éxito ha consistido en que estos protagonistas del juego televisivo han dado un paso adelante y han retirado su publicidad. Pero no es algo que presenciemos frecuentemente… ¿Si no se hubiera destapado este escándalo los anunciantes hubieran retirado «motu proprio» su publicidad? Los anunciantes se autoregulan en cuanto a los contenidos que utilizan, pero… ¿También en profundidad sobre los medios en los que los insertan?

Hace años fui el director de comunicación corporativa de Gallup en España y publicamos un estudio sobre la credibilidad de los medios de comunicación. Aunque hace ya tres años de este estudio no creo que los datos hayan cambiado demasiado:


Aún hoy en día la televisión es uno de los medios con mayor credibilidad. Eso debería ser una carga de responsabilidad para los que ejercen el poder de creación de contenidos. Cosas como verificación de fuentes, enfoques informativos contrastados y no tendenciosos o especulativos con el objetivo de polemizar, vender supuestos actos de periodismo de investigación y generar audiencias, deberían ser un norte fijo que no tendría que perderse. ¿Es eso lo que presenciamos en muchos de los productos de masas que se consumen a diario por esas audiencias que generan los ingresos a los medios de comunicación?

No todo vale o no debería ser así, pero esta, podemos decir «crisis de valores», no solamente afecta a aquel que produce un determinado contenido, sino a todos los demás que empujan esa rueda y hacen funcionar el sistema, los anunciantes refrendándolo y nosotros, los espectadores que cómodamente sentados en el sofá, creamos la audiencia que alimenta el ciclo.

Y termino con un ejercicio de demagogia, lo confieso. ¿Cuál ha sido historicamente el espectáculo más seguido por las masas? Quizá si se pudiera retrasmitir en directo un ajusticiamiento público desde la Plaza Mayor de Madrid como en la época de la Inquisición se batieran records absolutos de audiencia y los ingresos publicitarios del programa fueran espectaculares.

Wikileaks o la mutación del concepto periodístico

Carl Bernstein y Bob Woodward

En el todavía no demasiado lejano año 2005, dos periodistas: Bob Woodward y Carl Bernstein (Sí, efectivamente, los autores del trabajo periodístico quizá más famoso de la historia llamado «Watergate«) confirmaron que Mark Felt fue la persona, la misteriosa fuente llamada «Garganta profunda», que les facilitó los datos que provocaron la dimisión del entonces presidente de EEUU Richard Nixon en 1974.

Así se hacía eco la prensa española de la revelación de la identidad más ocultada y que los periodistas habían jurado mantener en secreto hasta la muerte de aquella fuente (muerte que tuvo lugar tres años después, en 2008).

Woodward y Bernstein recibieron por su trabajo en el periódico «The Washington Post» el Premio Pulitzer de periodismo de investigación.

Años después, otro tipo de publicación llamado Wikileaks, que si bien no responde al modelo tradicional de medio de comunicación, no deja de ser un soporte informativo que publica información procedente de fuentes (y hasta ahora que yo sepa nadie ha dicho que lo publicado no sea cierto…) desvela datos y su informante, o como tal ha sido acusado, es un tal Bradley Manning, militar norteamericano.

Julian Assange y sus redactores no han recibido nada que se pueda parecer a un Premio Pullitzer sino otra cosa que se parece más a las bíblicas plagas de Egipto.

En el primer caso, Mark Felt era el número dos en la jerarquía de una poderosa institución como el FBI y desveló información confidencial sobre algo que, digamos, no «estaba bien». En el segundo caso, Bradley Manning, analista de inteligencia del ejercito norteamericano, hizo tres cuartas partes de lo mismo.

¿Qué diferencias hay entre ambos casos? El primero es un caso citado como ejemplo en todas las escuelas de periodismo del mundo y el segundo parece la más alta traición jamás cometida.

Seguro que habrá mucha gente que no esté de acuerdo con mi opinión, pero no veo dónde está la diferencia entre ambos casos a no ser que el concepto de periodismo de investigación haya sufrido una mutación.

Actualmente periódicos de todo el mundo, incluyendo nuestro español «El País» están publicando documentos que proceden del mismo Wikileaks. Y esos otros medios son periódicos como The Guardian, The New York Times o Le Monde. ¿Qué diferencia hay entonces entre unos y otros que haga que Amazon ya no hospede la página de Wikileaks, que Francia se plantee tomar medidas, que Paypal o VISA suspendan sus pagos y todas las demás noticias que estamos viviendo estos días en un verdadero circo mediático?

Independientemente de los problemas que con la justicia sueca tenga este buen señor Assange, que nada tienen que ver con cuestiones periodísticas, creo que estamos viviendo una situación más que preocupante en la que la publicación de determinados datos (y son muchos y en buena cantidad afectan a nuestro país) molestos para los poderes establecidos se criminalizan y se persiguen de forma realmente rabiosa.

La prensa escrita pasa por una severa crisis. En España han descendido en tirada y en ingresos publicitarios y encendido está el debate sobre su futuro tanto a nivel nacional como internacional. Por otra parte se debate también su pérdida creciente de credibilidad. Creo sinceramente que Wikileaks les ha recordado cuál es su razón de existir: informar.

Recordemos algo: Leemos en la Wikipedia, eso que John Müller, Director Adjunto de «El Mundo» define así: «Wikipedia me parece una iniciativa simpática, aunque imprecisa y muy distante de ser una verdadera enciclopedia«:

«Cuarto poder, expresión con la cual solía designarse a la prensa, en alusión a la extraordinaria influencia que ésta ejercía en los años previos a la Revolución francesa, hasta la llegada de los todavía más poderosos medios de comunicación; TV, radio, Internet, etc.

Su creación es atribuida al escritor, orador y político anglo-irlandés, muy famoso e influyente en su época, Edmund Burke (17291797)».

Si los medios no hubieran olvidado tanto ese fundamento y no se doblegaran tanto a los conceptos de «empresa» y a partidismos olvidando, como decía, su verdadera razón de ser, quizá hubiera habido muchos más «Watergates» desde los años 70 y Wikileaks no hubiera tenido ninguna razón para existir, ¿no?

Jóvenes periodistas y la Web 2.0

La agencia Estudio de Comunicación y Servimedia han llevado a cabo el estudio «Los nuevos periodistas, la influencia de la Web 2.0 y la responsabilidad social», que se presentó en el curso «La Responsabilidad de la Información:los Medios en el siglo XXI«.

Se realizaron 305 entrevistas válidas a estudiantes de 21 universidades españolas. El trabajo de campo abarcó todo el territorio nacional entre febrero y mayo de 2010.

¿Qué opinan nuestros futuros periodistas sobre este fenómeno del social media? ¿Cómo creen que afectará su futuro profesional? El estudio intenta responder estas incógnitas.

¿Qué páginas web 2.0 utilizan los estudiantes de periodismo?

Vemos que los datos no difieren de otros estudios que engloban ciudadanos españoles en la misma franja de edad.

Resumen sobre el uso de los estudiantes de periodismo de las herramientas de social media:

• Todos los consultados, el 100 por ciento, utilizan la Web 2.0 en alguna ocasión.

• Las redes sociales, como Tuenti o Facebook, y las plataformas para compartir contenidos, como Flickr o YouTube, encabezan las preferencias con un 33, 1 y un 22,4 por ciento, respectivamente.

• Un 80,7 por ciento se conecta a diario a redes sociales y un 37,7 por ciento a plataformas para compartir contenidos.

• El 91,5 por ciento de los entrevistados utiliza las redes sociales por motivos personales. De ellos, el 74,9 por ciento (es decir: tres de cada cuatro) sólo dan un uso personal a estas redes.

• Los blogs son las páginas más usadas por motivos profesionales (53,1 por ciento).

• Las redes sociales (Tuenti, Facebook), con un 30,2 por ciento, son el sitio preferido para divulgar una información.

A quienes respondían que utilizaban la Web 2.0 a diario se les preguntó si también utilizaban los Medios tradicionales para informarse

• El 87,4 por ciento de quienes usan a diario cualquiera de los sitios de la Web 2.0, son también usuarios diarios de Medios convencionales.

¿En qué versión usan esos medios de comunicación «tradicionales», offline o digital?

• El 62,8 por ciento de éstos utiliza la versión directa (offline: impresa, radio, TV) de esos Medios y la versión digital (online: Web del Medio) indistintamente.

A los encuentas se les preguntó qué fuentes de información relacionadas con la Web 2.0 serían las que con más frecuencia utilizarían.

No cabe lugar a dudas sobre la influencia de la Web 2.0 en el
nuevo periodismo: un 70,8 por ciento de los estudiantes que han participado en el análisis considera esas páginas como fuente de documentación en el caso de trabajar para un Medio. A ese 70,8% se les pregunta ¿Cuáles usaría?

Los blogs son la fuente predilecta de información, sin embargo destaca un altísismo 70,2% que no sabe qué contestar.

¿Qué credibilidad se le dan los estudiantes de periodismo a lo publicado en la Red, de 0 a 5?

¿Y a lo publicado en los medios de comunicación?

• La nota media en credibilidad de los Medios convencionales es de 3,5 puntos sobre 5, mientras que la de la Red se queda en el aprobado justo (2,5 puntos).
• Las agencias de noticias, con una puntuación de 4 sobre 5, son los Medios que más credibilidad tienen en opinión de los futuros periodistas.

A la pregunta: ¿Qué influencia crees que va a tener la Web 2.0 en el periodismo del futuro?

• El 87,5% considera que la Web 2.0 tendrá mucha influencia en su futuro trabajo como periodista.

Cuando se les pregunta en qué sentido exacto cambiará su forma de trabajar en el futuro las respuestas son mucho menos concretas:

Un 23,2 por ciento piensan que cambiará el estilo y la forma de comunicar y un 21,2 por ciento que se modificará el concepto de distribución de contenidos periodísticos. El 16,8% cree que cambiará el concepto de empresa periodística y el 16,2% afirma que cambiará el propio concepto del periodismo.

Aunque el estudio es más amplio, terminamos con esta interesante pregunta: Si una información cuya fuente es una Web 2.0 es publicada en un Medio y resulta ser falsa, ¿quién crees que es responsable de la misma?

Déjo aquí un dato sobre el estudio que me parece relevante: Un 57,4 por ciento de los estudiantes se muestra partidario de dar preferencia al Medio convencional como emisor de información relevante frente a la Red.

Si alguien quiere profundizar sobre este tema, aquí dejo el informe completo.

El vía crucis de la prensa española

Los últimos años han sido un auténtico calvario para la prensa escrita española. Lo he comentado algunas veces, los cierres de cabeceras, los EREs con miles de periodistas en la calle y, por supuesto, los descensos tremendos por ingresos publicitarios. La prensa internacional no vive tampoco tiempos gloriosos pero parece que en España la imagen que tenemos de la situación es crítica.

Hoy leemos en PRNoticias: «La Vicepresidenta Primera de Gobierno ha anunciado la realización de un encuentro entre editores, profesionales y expertos para alcanzar posiciones comunes y poner en marcha soluciones consensuadas para enfrentar la crisis del sector».

Vemos también cifras de pérdidas millonarias en cabeceras como ABC o EL Mundo, 60 y 30 millones de euros. O también el aumento de despidos en el sector en Madrid con porcentajes del 20%. Una verdadera calamidad.

¿Y qué hago yo escribiendo un post sobre este tema? Pues yo fuí periodista y me sigue tocando de cerca. Además como director de comunicación me afecta directamente el cambio que la prensa está sufriendo.

Pero mi opinión no versa sobre lo anteriormente dicho sino sobre lo que nadie parece decir: ¿Es España un país donde verdaderamente se lee prensa? El País, según OJD (datos de junio/julio de 2009) tiene una tirada promedio de 524.507 ejemplares, El Mundo de 408.736 ejemplares o el ABC de 343.640, por poner ejemplos. Son datos inferiores a las cabeceras de otros paises europeos, en muchos casos diferencias muy grandes. Pero ese no es problema, al fin y al cabo la tirada refleja el mercado que tenemos en este país de 46 millones de habitantes.

Y ahí tenemos el punto donde quería llegar. En mi trabajo como docente de postgrado desde hace ocho años, siempre pregunto a mis alumnos (universitarios y haciendo un master) si compran o leen prensa y qué leen. La respuesta general es que cuando pregunto en un aula de 25 alumnos quién lee la prensa a diario, la media de manos que se levanta es de tres o cuatro. Si puntualizo que no me refiero a internet, entonces las manos bajan y ha habido ocasiones que nadie ha quedado con la mano en alto. A veces luego pregunto quién, sin embargo, ve todos los días al menos el resumen de «El Gran Hermano». Mejor me callo el resultado.

Este pequeño estudio de andar por casa lo he realizado en varias escuelas de negocio y el resultado es el mismo, incluso en alumnos cursando un master en comunicación corporativa (pone los pelos de punta porque algunos son licenciados en periodismo) ¿Qué pasa entonces?

Sigo preguntando los motivos de esa actitud y las respuestas no son mejores. No les interesa lo que se publica, siempre se habla de política y además de forma claramente partidista. Me dicen que no se creen lo que leen y que no va con ellos. Lo que veo es desinterés por la actualidad. Y eso es muy preocupante. Si esa generación sigue en sus trece ¿Qué recambio generacional de lectores tendrán nuestros periódicos? (sin entrar en consecuencias peores).

En vez de plantearnos arreglar la casa desde el tejado, deberíamos plantearnos hacerlo desde los cimientos, desde la educación en los colegios, fomentando una serie de actitudes e inquietudes distintas y en un entorno diferente. Un parche en el presente no soluciona el problema de futuro sino que prolonga una agonía. Y eso sin hablar de la influencia de Internet y las TIC en general en el modelo de negocio, por si fuera poco.

Que se lance un programa de TV sobre la «Generación Ni-Ni»: Ni estudian, ni trabajan, ni tienen ninguna inquietud de cara al futuro, un fenómeno que afecta al 15% de los jóvenes españoles. Con todos mis respetos a los profesionales de la cadena, es una vergüenza que la situación actual les haya proporcionado ese tema para hacer un reality.

¿Es o no es Internet un medio de comunicación social?

Está visto que no podemos terminar el año en paz. Ahora presenciamos la sentencia del titular del Juzgado de lo Penal número 16 de Madrid, Ricardo Rodríguez Fernández. Este juez ha condenado a un año y nueve meses de prisión a dos directivos de la Cadena Ser, a quienes inhabilita para dirigir medios de comunicación y ejercer el periodismo durante el cumplimiento de la pena. Según leemos en la web de RTVE: El juez considera que la acción de los acusados constituye  un delito de revelación de secretos tipificado en el artículo 197 del  Código Penal, argumentando que “ordenasen los acusados la publicación  de la mentada lista en la página web de la Cadena SER (Cadenaser.com)  o la cediesen para su publicación, lo cierto es que se trata de una  cesión universal por cuanto tiene acceso a la citada información todo el que la quiera ver; esto es, es libre”

No interesa hablar del caso concreto (con perdón de los inculpados), ni de sus posibles interpretaciones políticas (que de eso ya se encargan los políticos) sino de la sentencia y algo muy concreto que esta afirma: “la protección constitucional al derecho a la información se refiere a los medios de comunicación social -televisión, radio o prensa escrita-, pero debe matizarse, que Internet, no es un medio de comunicación social en sentido estricto, sino universal”.

¿Qué es entonces un medio de comunicación social?

Recordando mi paso por la facultad de Ciencias de la Información, los medios de comunicación social o medios de comunicación de masas, llamados «Mass Media», eran el origen de la cultura de masas ayudando a la homogeneidad de la sociedad, generando nuevas tendencias, favoreciendo el intercambio de ideas, etc. Aquello que nos enseñaban de la «Aldea Global» de Marshall McLuhan. Efectivamente nos enseñaron que eran la Televisión, la Radio, la Prensa y…. un fenómeno, entonces naciente, que encarnaba el futuro de la comunicación: INTERNET.

Si, según esta sentencia, Internet no es un medio de comunicación social… ¿No lo son entonces la ediciones digitales de periódicos como El Mundo, El País, El ABC, La Razón, La Vanguardia, etc. ¿Qué son entonces los periódicos netamente digitales como Libertad Digital, La Información o el reciente Factual y tantos otros?

La cuestión pincipal no es, como mucha gente discute, la divulgación o no de secretos o el ataque o no a la libertad de información (esos aspectos siempre pueden matizarse y discutirse hasta el infinito), sino la muy, digamos, curiosa y muy particular definición que el magistrado hace de un medio de comunicación social y la exclusión de Internet de esa definición. Y en eso no hay debate posible, está escrito en un sentencia. Creamos una nueva «clase», el medio de comunicación universal. Una entelequia qué puede dar pie a futura interpretaciones del uso de Internet que, por lo menos a mi, me ponen los pelos de punta.

Entonces, si Internet es un medio de comunicación universal ¿Qué normas debe cumplir, qué límites tiene su uso, qué leyes amparan esa actividad?  ¿No sería lógico ahora diseñar una nueva legislación que regule los supuestos medios de comunicación universal?

¿Qué es entonces un medio de comunicación universal?

¿Cómo acotamos esta nueva «clase»?. Podemos basarnos en su cobertura potencial, es decir, algo publicado en Internet puede ser visto o leído en cualquier parte del mundo (siempre que se disponga de conexión). ¿Es entonces la televisión por satélite un medio de comunicación universal?. ¿O se trata de la durabilidad de la información? Es decir, que algo publicado en la Red permanece allí de forma permanente (supuestamente). ¿Son entonces los libros susceptibles de ser un medio de comunicación universal?

Personalmente creo que esto que estamos viviendo es una muestra más de la falta de comprensión del fenómeno de Internet. Tenemos una visión realmente equivocada de la evolución de las tecnologías de la información y del obvio efecto que producen en los usos y costumbres sociales, en los modelos de negocio, en el comportamiento del consumidor, en los formatos publicitarios, en la legislación, etc. No paramos de hablar del 2.0 o del social media y ahora va y resulta que Internet no es un medio de comunicación social. No entiendo nada.

¿Qué está pasando con los medios de comunicación?

Uno de mis alumnos me preguntaba qué estaba pasando con los medios de comunicación. «¿A qué te refieres?» Le pregunté. Y me respondió que no dejaba de leer noticias de reducciones de plantilla y problemas de todo tipo y que no sabía qué grado de relación tenía esto con la crisis económica. Menuda preguntita que me hizo el chaval…

Pero si es verdad que vivimos tiempos muy revueltos con los medios de comunicación, vamos a llamar, tradicionales. Las televisiones generalistas luchando con los nuevos formatos temáticos (que crecen en audiencia sin precedentes), adaptándose a la TDT y arriba y abajo con quién se fusiona con quién. El pastel publicitario anda escaso aunque la eliminación de la publicidad en RTVE añade morbo a la situación.

Las radios recientemente arremetiendo con las emisoras piratas cuando eso es algo que lleva existiendo muchos años y cuando ellas mismas eso de respetar la potencia concedida, los repetidores y demás pequeños detalles, pues ya se sabe que se hace con cierta, digamos, flexibilidad. Ahora parece que todo preocupa más que hace no mucho tiempo. ¿Por qué?

Y ya no hablemos de agencias de noticias o medios escritos. Desde la guerra en la agencia EFE, pasando por reducciones de plantilla, expedientes de regulación de empleo, desaparición de algunas cabeceras y ya miles de periodistas en las lista del paro. ¿Se trata de verdadera crisis o de una política de reducción de costes en algunos casos? No lo sé, pero ¿es que no hay ningún diario o revista que sea rentable para mantener una mínima plantilla? ¿La calidad de la información de un medio es la misma independientemente de la experiencia de sus redactores? Pensemos sobre ello. De momento el día 12 de diciembre se preveen movilizaciones de los trabajores del sector.

Los periódicos a dieta, y digo lo de dieta porque están más delgados, algunos a veces, casi anoréxicos. Los ingresos por publicidad descienden, eso está claro, y se pone en duda un modelo de negocio centenario. La crisis se ha encargado de poner sobre la mesa un problema que ya se veía venir hace años. ¿Y las ventas? Pues según los datos de octubre de la OJD la cosa no va estupenda precisamente aunque se ha ralentizado el descenso.  El País, ABC, El Mundo y la Razón han perdido 103.947 ejemplares en octubre comparados con el mismo mes del año pasado. Es una caída del 12,99% de ventas en quiosco, una pequeña ralentización si se compara con meses anteriores. En cuanto a difusión y ya incluyendo a otras cabeceras como Público, La Vanguardia y El Periódico, la caída es sólo del 5% (Fuente: PRNoticias).

Por otra parte tenemos el asunto de las versiones digitales de los diarios, ¿Los hacemos de pago o no? Teorías para todos los gustos y a nivel internacional con el telón de fondo de la lucha entre Google y Microsoft por la indexación de noticias en Internet. Y la cosa va para largo…

Y tampoco podemos olvidar las recientes denuncias públicas sobre los ofrecimientos de publireportajes por parte de medios de comunicación hacia agencias de comunicación. La verdad es que no es nuevo. Personalmente he recibido ofertas de ese tipo como dircom de la Asociación Nacional de Empresas de Internet por parte de conocidos medios escritos de tirada nacional. Si la publicidad no entra, entiendo que se busque el ingreso por otra parte aunque ello vaya en contra de la filosofía de un medio, trasparencia, objetividad e información. Sin embargo creo que es algo que debe hacernos pensar que algo está pasando, algo muy preocupante.

¿Opiniones?

Noticias en la Red ¿Pagar o no pagar?

Hace un par de días comentábamos en clase la situación de los medios de comunicación en Internet y el debate (ya antiguo) generado sobre si los formatos online de estos medios deben ser de pago o no. Ayer el diario británico The Times anunciaba que la próxima primavera establecerá sistemas de pago por sus contenidos.

Los alumnos me decían que por qué tenían que pagar si la información se puede encontrar en miles de fuentes similares en la Red y que ellos no lo veían claro. En otras palabras, que mientras pudieran leer gratis no estaban dispuestos a pagar. Evidentemente se trata de una «mini encuesta» pero bastante enfocada. Podríamos pensar que la credibilidad y profesionalidad del medio de comunicación debería ser un valor añadido de su contenido que inclinara al lector al pago por acceso a la información ¿no?.

En este sentido Boston Consulting Group ha publicado los resultados de un estudio sobre este tema que es, cuanto menos, curioso. El estudio afirma que la mayoría de los usuarios está dispuesta a pagar por acceder a noticias y contenidos informativos en internet. BCG ha encuestado a 5.000 personas en nueve países para saber si están dispuestas a pagar por acceder a información desde internet o desde el móvil.

Lo que más interesa a los usuarios son las noticias locales y la información especializada. Más del 60% de los encuestados se hace a la idea de pagar por ese tipo de información; pero para noticias que se pueden consultar en multitud de páginas web no hay disposición al pago.

Los encuestados muestran el mayor interés por los contenidos de pago si provienen de diarios, mientras que las noticias de cadenas de televisión, páginas web y portales resultan poco atractivas. BCG interpreta de estos resultados que la suscripción combinada a contenidos online e impresos constituiría una oferta que funcionaría bien. El 52% de los lectores estadounidenses de información económica se declara interesado por este modelo de suscripción.

La frecuencia de publicación y la posibilidad de acceder a los contenidos desde cualquier lugar también influyen en la disposición al pago: la actualización continua de información y el envío de los contenidos a cualquier tipo de terminal que elija el usuario hacen más atractivo el pago por contenidos. Los usuarios estarían dispuestos a pagar por la suscripción a contenidos online entre tres dólares los norteamericanos y australianos, hasta siete dólares mensuales los italianos.

John Rose, el socio senior de BCG en Nueva york que lidera las investigaciones relacionadas con los medios, comenta:  “Las buenas noticias son que, al contrario de lo que se piensa, los consumidores están dispuestos a pagar por contenidos de calidad. Las malas noticias es que no están dispuestos a pagar mucho.  Sin embargo, acumulativamente, estos pagos podrían ayudar a compensar, de uno a tres años, los descensos previstos en los ingresos por publicidad. »

¿Cómo puede un medio de comunicación «blindar» sus contenidos y crear una exclusividad en la Red que aumente el deseo del lector de acceder a sus contenidos? ¿Puede llevarlo a cabo un periódico generalista, por ejemplo, mientras esa misma información sigue disponible en Internet por otros medios (otros diarios, televisiones, radios, agencias de noticias, blogosfera, etc?

Fuente: The Boston Consulting Group / MarketingDirecto.com

¿Pagar o no pagar por leer la prensa online?

Este debate es muy viejo y ha sufrido muchos altibajos desde 1999. Ahora, en el panorama de crisis económica y de delicada situación de las empresas de comunicación, renace nuevamente. En España tenemos el caso candente de el diario El Mundo. ¿Dónde va a parar todo esto?

Las respuestas son muchas y variadas en un entorno como Internet donde el concepto de gratuidad está muy arraigado y donde existen corrientes de pensamiento que incluso consideran que ese debe ser el camino obteniendo retorno económico por otras vías. Recordemos que a principios de año tendremos el nuevo libro de Chris Anderson «Free».

Hoy leo los resultados de dos estudios. El primero de ellos realizado gracias a datos de Nielsen por la Asociación de Editores Online en Estados Unidos. Según los datos del estudio, los internautas pasaron un 42% de su tiempo online en portales de contenido, un 13% en web de comercio online y un 13% en redes sociales o páginas para comunicarse, mientras que el tiempo que se dedica a las búsquedas alcanza el 5%.

«En un año ha habido un giro desde las comunicaciones hacia el contenido, donde éste es la guía para la mayoría de las personas no sólo en la cuota sino en la cantidad de tiempo que gasta», afirma Pam Horan, presidente de la OPA. «La caída en las comunicaciones ha venido acompañada de un incremento de estos portales».

Fuente: MarketingDirecto.com

El segundo, un estudio de Harris Interactive, que reveló que introducir el pago para el acceso a los contenidos en internet puede llevar a los internautas a buscar otras fuentes gratuitas. Un 75% de los lectores buscaría un medio alternativo sin coste.

Sólo un 5% de los encuestados afirmó que continuaría siendo fiel a sus medios preferidos, algo que según los autores del informe no compensaría las pérdidas de anunciantes de los editores al disminuir el universo de visitas gratuitas.

Andrew Freeman, consultor de Harris Interactive, dijo que los consumidores siempre eligen las alternativas gratuitas antes que las de pago, un hecho que podría afectar a los medios que están apostando por cobrar por sus ediciones online.

Fuente: MarketingDirecto.com

Mientras tanto el «Rey de Internet», Google, mira la batalla. Eric Schmidt, consejero delegado de Google se ha mostrado contrario a este modelo de negocio (contenidos de pago) ya que considera que será difícil lograr ingresos.

Pero después de que la industria editorial estadounidense criticara severamente a Google por ofrecer el servicio gratuito de noticias (Google News), el buscador más grande del mundo contrataca al proponer una plataforma de pago por los contenidos de los periódicos en Internet. Para ello ha convocado a la Asociación de Editores de Periódicos, la NAA. De concretarse la propuesta, Google competiría directamente con Journalism Online que ha anunciado que se encuentra en negociaciones con más de 500 periódicos para ofrecer el mismo servicio.

Fuente: Expansión.com

El escenario es convulso. Crisis económica, crisis de inversión publicitaria, ERE’s en medios de comunicación día sí, día no, y lo que parece peor, una crisis de modelo de negocio.

¿Es el internauta español tendente a pagar por contenidos online?

La vida está llena de sorpresas y los expertos en marketing dicen que los consumidores actúan por impulsos dificilmente comprensibles en el fondo, pero sí que sería una gran sorpresa si en España un diario online consigue que un modelo de pago triunfe en estos momentos.